“…Hay fuerzas ocultas que empujan mis edificios

hacia abajo y alguien debería investigarlo…”. Arq. Santiago Calatrava.

Madrid.- No hay por dónde agarrarlos, tan malo el pinto como el colorado suele decirse en buen mexicano cuando los protagonistas de una obra teatral inconclusa se aferran al monólogo o a las frases mal construidas. Los intérpretes sin más virtud de la habitual negritud contribuyen al hermetismo, se cierran a todo. Para ellos el diálogo no existe y los convenios se los pasan por los sobacos.

      He aquí el caso: en septiembre, a más tardar octubre, Carles Puigdemont, President de la Generalitat, llamará a las urnas contra viento y marea. Vamos a ver: si el gobierno central no da un paso – es gravísimo el asunto – pondrá las urnas para que los catalanes tengan el “derecho a decidir”.

      Excepcional, si lo vemos desde las alturas. Horrible si conocemos los motivos y de quiénes provienen. Otro problema para Mariano Rajoy que ya pide esquina. ¿Podrá convencerse de que su camino termina en el abismo?.

      La independencia suena anacrónica y perjudicial. Los catalanes siempre fueron españoles y dieron brillo al país por su lucidez e imaginación. Si quieren separarse, debe ser con el respaldo del resto de España, no sólo de esa región.

      No está en sus planes tal cosa y mucho menos con un interlocutor mudo que se agarra a la justicia y la deteriora. No nos damos cuenta de la conjura que se inventan los secesionistas. Sí hablamos del asunto pero como si fuese un pleito ajeno. Hacemos mal, hay que participar y exigirlo.

      No quiero caer en pretextos anacrónicos para justificar lo que en cualquier otra nación sería poco menos que imposible. No hay alternativa según Carles, “Lo que quieran menos impedir el voto”, expresa.

Carles Puigdemont.

      Haya o no sangre, que es posible y no deseable, la responsabilidad será de todos. Ya está dicho, el inquilino de la Moncloa se cerró y cierra sin escuchar razones ni crear un ambiente abierto a la comunicación. Los argumentos que esgrimen ambos son radicales. Está cortado el entendimiento entre ambos líderes. Atrás de Puigdemont está, con su cínica sonrisa, Artur Mas que ha desaparecido del panorama.

      Si nos rompemos el brazo derecho, o el izquierdo, o las piernas, seguiremos cojeando por el resto de nuestras vidas. Seremos una España troceada y débil. Más o menos como ahora.

      Por el Mediterráneo llegaron los fenicios y los cartagineses. Ese mar que nutrió a Europa de inteligencia y sabiduría. Aunque ahora, estemos en un barco a la deriva sin brújula ni capitán.

      Los españoles, sumidos en un profundo letargo, empiezan a darse cuenta de lo necesario que es estar juntos, rechazar aventuras utópicas y caminos destrozados.

      Por su parte, el soberanismo también tiene los pies fríos, helados, por tan improbable aventura. No saben qué hacer. Puigdemont viaja aquí y allá para conseguir apoyos en el extranjero. Nada consigue, ni siquiera dentro de su propio territorio en donde las encuestas están muy apretadas por el sí o el no.

      Ofrece el president el oro y el moro, todas las satisfacciones que en el mundo son para don Carles en su obsesión. Confía en que Catalunya forme parte de la Unión Europea en donde nadie le tomó en serio

      También, maneja mensajes utópicos como obligar al ciudadano catalán a hablar ese idioma. Si no, dice, no podrá tener la nacionalidad. ¡Qué chistoso!.

      Quiere la independencia y competir en términos ventajosos con el resto de nosotros, los carpetovetónicos.

      Antes de que llegue la ruptura, o la cárcel porque Rajoy está dispuesto a todo menos a permitir el referéndum, encajaremos los golpes por todas partes.

      Defender una filosofía basada en el odio y en el rencor sólo conduce de pegarnos topes contra la pared o el Palau. ¡Nadie gana pero qué bonito es ver correr la sangre!.

      Ensimismados con el separatismo, ya están elaborados documentos que apuntan, sin rigor, a crear la constitución catalana. Muchos de los que hoy avalan y luchan por ser independientes, fueron “orgullosamente españoles”, como Jordi Pujol i Soley, que recibió ese título de mano del ex presidente José María Aznar.

      Los pregoneros de la “libertad” son los mismos que en otros tiempos permitieron a Felipe González y a José María Aznar formar gobierno y perdurar.

      Seguramente porque es cuestión del momento político en el que estamos. Pero, cuidado, no hay marcha atrás y la gente sensata está a la defensiva, sorprendida y sin saber qué hacer.

      Estamos en el limbo, asustados. Pero no reconocemos el problemón que está en la esquina.

      Es curioso que tan democráticos individuos consideren que en su “gobierno” no habrá división de poderes. Afirma que toda la responsabilidad del Estado debe caer en una sola persona sin que nadie cuestione sus actos. Algo así como un dictador de la nueva ola, pletórico, amante de los sueños.

      Sin esos contrapuntos quieren formar la república de Cataluña. La democracia no aparece en sus intervenciones donde lo escuchan u oyen.

      Las revoluciones pacíficas tienen poco prestigio. Francia, España, Estados Unidos, Alemania, Japón, etc.… son protagonistas de la verdadera libertad. Aquí hay que conocerla, respetarla y adecuarla a los intereses de la mayoría. De otra manera, caeremos, como algunos países de Centro y Suramérica, en un totalitarismo absoluto.

Por lo menos, estos señores deberían fijarse más a menudo en la falsa democracia en que están inmersas algunas naciones suramericanas.