La buena literatura es la que concierne de

alguna forma al lector y le ayuda a

descubrir algo que le afecte… JG

Uno de los más personales y visibles escritores españoles de la llamada Generación del Medio Siglo, con la impronta innegable de otros importantes polígrafos anteriores de la Posguerra Española que abrieron brecha de frente a la dictadura franquista, Juan Goytisolo (Barcelona, 1931-Marrakech, 2017) fue el segundo de una dinastía de literatos (los otros dos, José Agustín y Luis) marcados igualmente por los horrores de una conflagración que sabemos fue antesala y preparación de otra más terrorífica y planetaria. Preparado para la abogacía y una carrera diplomática, precisamente en la Universidad de Barcelona entraría en contacto con personajes torales en su formación atea y librepensadora, y bajo esa notable influencia descubriría su verdadera vocación, a la que se entregaría toda la vida y de tiempo completo: la literatura.

Ávido lector de novelas desde su pubertad y aficionado al género desde sus primeros textos, su primera obra publicada fue Juegos de manos de mediados de la década de los años cincuenta, gozosa y a la vez radical experiencia que lo llevaría a desistir definitivamente de la abogacía. Un no menos apasionado viajero, de lo cual dan testimonio varios de sus hermosos títulos en la especialidad como Campos de Níjar o Aproximaciones a Gaudí en Capadocia tras los antecedentes del inigualable artista catalán por Turquía, de 1960 y 1990, respectivamente, en uno de sus primeros viajes a su formativo y amado París conoció a su inseparable alma gemela Monique Lange.

Valiente crítico de la censura franquista

De igual modo, su corta experiencia en el ejército, como sargento en Mataró, daría pie a sus relatos La guardia y Aquí abajo incluidos en el compendio Para vivir aquí, que por su carácter experimental y su no menos viva vena testimonial nos recuerda ese otro libro de convicción frente a la violencia castrense que es La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Esa radical vivencia existencial y literaria, preparatoria a su vez de una postura mucho más crítica frente a los embates de la censura franquista y de la propia cultura occidental, lo llevarían a trasladarse a París donde pudo acomodarse como asesor literario de la prestigiada editorial Gallimard; años determinantes, por esa época entró en contacto con pensadores y escritores por él muy admirados como Jean Paul Sartre o Jean Genet.

De espíritu nómada por excelencia, Goytisolo inició un itinerario incesante por países europeos, asiáticos y del norte de África, hasta descubrir que su auténtica querencia lo llevaría, como en el mundo de los toros, al ascendente moro, al mundo árabe, a ciudades como Tánger y Marrakech donde vivió hasta su muerte. Ingrediente temático y formal en buena parte de su mejor literatura sobre todo de después de la década de los años sesenta, no menos fructíferas serían sus estancias en el decenio posterior como profesor de literatura en universidades norteamericanas de California, Boston y Nueva York, donde sabemos que germinó su trascendental trabajo académico como también obsesivo investigador con su edición apuntada de la novela picaresca del siglo XVII Vida de Estebanillo González, y su incendiaria antología del heterodoxo decimonónico José María Blanco White; como las Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes de Camilo José Cela, ambos ejercicios esconden una subterránea pero elocuente intención de evidenciar el cerrado régimen franquista que había venido censurando sus obras desde prácticamente iniciada su carrera literaria.

Su autoexilio y el Premio Cervantes

Hombre y escritor de firmes convicciones ideológicas, de una obra congruente con su vida, Juan Goytisolo se caracterizó siempre por una independencia política y estética ajena a grupúsculos e intereses diversos. Y esa independencia lo llevó a un autoexilio que nunca fue de la mano con rechazo alguno a la cultura española ni mucho menos a esta hermosa lengua que nos define e identifica, de lo cual hay constancia más que evidente en su obra numerosa y diversa; su discurso de recepción del Premio Cervantes, que le fue otorgado por méritos propios en 2014, es clara evidencia de ello, porque se trata de un escritor que nunca se vendió o prostituyó al mejor postor, con todo lo que esto significa de negación y ostracismo.

Escritor abierto a los más variados géneros literarios y periodísticos, nos ha legado formidables novelas, ensayos diversos, libros de relatos, vívidos reportajes y testimoniales de viajes, amén de sus memorias que son un privilegio de reveladora e intensa lectura. La influencia de Goytisolo en escritores más jóvenes ha sido fructífera y prolongada, extendida incluso en sus entrañables colaboraciones en el periódico El País primero como corresponsal de guerra y después como columnista muy leído. Qué duda cabe que novelas suyas como La resaca, La isla y Señas de identidad, o su compendio de cuentos Fin de fiesta, o los citados libros de viajes Campos de Níjar o Aproximaciones a Gaudí en Capadocia, o sus ensayos Los escritores frente al toro de la censura, El peaje de la vida y El lucernario: la pasión crítica de Manuel Azaña, o sus visionarios acercamientos a la obra de escritores caros como Luis Cernuda, son ya clásicos de la literatura de nuestro tiempo, a través del ingenio y el temple de uno de los escritores españoles más talentosos e íntegros de la segunda mitad del siglo XX e inicios de la nueva centuria. Escritor muy leído y seguido en México, fue merecedor aquí mismo de los Premios “Juan Rulfo” y “Octavio Paz”, porque tanto su narrativa como su ensayística están signadas por una inteligencia meridiana y una creatividad arrobadora siempre puestas a prueba, con el desplante lírico de quien fue propiciador de una prosa poética dictada por el ingenio y el alma.