Uno de los caminos más peligrosos para miles de personas que huyen de la guerra, la violencia o la miseria, es cruzar el Mediterráneo e intentar alcanzar el “sueño europeo”. Las costas de Italia, Grecia y España, son la puerta de entrada a Europa, pero en esa búsqueda, son miles, también, los que se ahogan en el mar.  Los políticos de la Unión Europea y los jefes de Estado de las principales naciones que la forman, siguen buscando soluciones erradas a la crisis.

De acuerdo con el Organismo de Naciones Unidas para la Migración (OIM), del primero de enero al 17 de julio de este año, 111 mil 514 migrantes y refugiados llegaron por mar a Europa y en el mismo período se han registrado 2360 decesos. El 85 por ciento de las personas que han logrado cruzar, han llegado a Italia, país que clama porque sus socios europeos le ayuden.

En Italia, como en la mayoría de países de Europa, crece el rechazo a la inmigración masiva. La crisis económica y el desempleo hacen que se diluya la solidaridad y la aplicación de políticas en favor de la integración de los inmigrantes. Además, el caótico escenario político contribuye a la inestabilidad en la materia. Por ejemplo, el aplazamiento de la discusión y aprobación de la ley ius soli (derecho de lugar/suelo), que permitiría a los hijos de los inmigrantes, con cinco años de residencia, acceder a la nacionalidad.

La cercanía de elecciones (posiblemente entre septiembre y octubre), hizo que la ley no entrara a votación al parlamento italiano y por lo tanto, habrá que esperar “mejores condiciones”, pero la fragmentación política que vive Italia hace imposible cualquier pronóstico, de hecho, las últimas encuestas marcan como primera opción de voto, la coalición de derecha que forman Forza Italia, Liga Norte y Fratelli di Italia.

El gobierno italiano también trabaja para imponer una serie de “normas”, un presunto “código de conducta” para las Organizaciones No Gubernamentales que operan en las aguas del Mediterráneo Central, rescatando inmigrantes. El documento, que por su puesto cuenta con el visto bueno de la Comisión Europea, busca imponer una serie de disposiciones para que las oenegés, se ciñan a una serie de medidas si quieren seguir trabajando en el Canal de Sicilia.

En el mar Mediterráneo conviven embarcaciones de la Unión Europea (Frontex), varias de oenegés, barcos comerciales y también militares. Esta ruta es la más utilizada por las frágiles embarcaciones que llevan a los inmigrantes desde las costas de Libia. La ruta griega ha disminuido, desde el acuerdo suscrito entre ese país y Turquía. Según la visión de la Unión Europea, los traficantes de personas se aprovechan de que “hay muchos buques haciendo rescates”. Por eso el impulso al “código de conducta” para las entidades humanitarias.

Entre los puntos que contiene el controvertido “código”, está el impedimento a entrar en aguas libias (salvo casos de extrema emergencia), certificar que las tripulaciones de las entidades humanitarias son “técnicamente idóneas” y están “capacitadas”  para socorrer en alta mar, aceptar que la policía pueda abordar sus barcos para llevar a cabo tareas de investigación, entre otros.

Mientras tanto, miles siguen varados en las costas italianas con un incierto futuro, ya que las cifras y los plazos que contemplaban los funcionarios de la Unión Europea, siguen sin cumplirse. Por ejemplo, la reubicación de 160 mil personas en un plazo de dos años, está muy lejos de lograrse. La última cifra a penas rebasaba los 13 mil “refugiados”.

En este contexto, el panorama sigue empeorando. Se incrementan las medidas policiales de presunto control y se politizan las leyes que garantizan un trato más humanitario. Con ello Europa busca blindarse contra un flujo migratorio que no cesará.