En su edición del 18 de junio, el semanario Desde la Fe, órgano de información de la Arquidiócesis de México, publicó un editorial sobre las elecciones del día 4 del mismo mes, en cuatro estados del país. Según el texto, tales comicios revelaron que la pluralidad política de México hace que las contiendas se ganen por poco margen y que se materialicen los “profundos vicios” de nuestra democracia, que manipula al electorado para obtener el voto de los pobres, con prácticas que podrían constituir delitos electorales. A tales argumentos agregó otros que siembran dudas sobre el trabajo de las instituciones electorales para seguir dotando de transparencia y legitimidad a los comicios.
En este contexto Desde la Fe indicó que, si los procesos electivos de 2017 servirán de termómetro para la elección presidencial y la renovación del Congreso en 2018, entonces México enfrenta el problema de regresar “al pasado más absolutista, empañado por el fantasma del fraude más escandaloso”.
Este editorial, barroco y lleno de adjetivos, habría sido impensable en esos tiempos ya pasados a los que alude el semanario. Sin embargo, la evolución y consecuente apertura a través de los años del sistema político mexicano permiten que planteamientos como el citado se sumen a los muchos que emiten las más diversas voces de la sociedad. Visto así, el posicionamiento de ese medio católico acredita que en nuestro país la democracia, y la libertad religiosa que le es inherente, son reales y están en constante proceso de mejora.
Qué bueno que Desde la Fe dé a conocer cada ocho días el punto de vista de la jerarquía, de un grupo de religiosos conservadores cuyas ideas están muy lejos de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y no siempre reflejan el pensamiento aperturista, tolerante e incluyente del papa Francisco. La Iglesia, que no es monolítica, estimula así un proceso de diálogo interno sobre el perfil idóneo del religioso que habrá de sustituir al arzobispo primado de México, quien recientemente presentó su renuncia al Sumo Pontífice al cumplir los 75 años de edad.
La paradoja es clara, el propio título de ese editorial, “Regresión al pasado”, dejó ver su sentido contradictorio, habida cuenta de que el tono de su planteamiento fue consecuente con la narrativa de tiempos de condena y enfrentamiento estéril que ya quedaron atrás. Para la opinión pública en general, la postura de la Iglesia sobre la democracia en México es poco relevante; lo que realmente le inquieta es que la propia Iglesia se actualice y abra sus puertas a las nuevas generaciones de mexicanos, a jóvenes de la globalización que hoy no encuentran en el dogma y la intolerancia una respuesta a su forma de vida ni a sus necesidades materiales y espirituales.
La frase: “A César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios” indica la mejor manera en que la Iglesia y el Estado pueden conducir sus lazos de manera respetuosa y constructiva. Aunque una alta proporción del pueblo de México profesa la religión católica, la secularización impulsada por el presidente Benito Juárez y ratificada por la Revolución Mexicana arroja como resultado que ese mismo pueblo exija hoy a la Iglesia católica mantenerse al margen de los asuntos públicos y concentrarse en aquellos reservados a su ministerio pastoral. No obstante esta realidad, el sector más retardatario de la jerarquía insiste en mantener una actitud de oídos sordos.
Internacionalista