Posteriormente a las importantes marginaciones que dejó la instrumentación de la Reforma Constitucional de las Telecomunicaciones y la Radiodifusión en sus primeros tres años de aplicación en México, es necesario que los ciudadanos le exijan al Estado una acción responsable en los ámbitos que garantiza la Constitución Política Mexicana y otras normatividades secundarias en este rubro. En este sentido, se debe demandar en el ámbito de las garantías comunicativas y del prototipo de comunicación, las siguientes intervenciones para crear otro modelo de comunicación más virtuoso para la nación:

En el ámbito de las garantías comunicativas:

9.- El Estado mexicano debe ser riguroso garante del acceso a la nueva sociedad del conocimiento que introduce la Cuarta Revolución Industrial, la cual no solo debe facilitar una nueva forma de participar en el ciberespacio, sino fortalecer las libertades políticas y democráticas de los ciudadanos.

10.- El gobierno tiene que cumplir con el reconocimiento y ejercicio de los derechos comunicativos que garantiza la carta magna y crear un robusto sistema de comunicación de servicio público que permita la participación mayoritaria de la sociedad para la edificación de un nuevo espacio público mediático democrático, plural, multicultural, y este no quede en manos de los tradicionales monopolios comerciales de la difusión colectiva en México, sino de los ciudadanos.

11.- Es preciso que el Regulador implemente diversas estrategias novedosas y creativas de fuerza competitiva para que distintos actores de la sociedad civil puedan incorporarse al universo de la televisión de paga y competir eficazmente.

En el plano de la construcción de un nuevo modelo de comunicación:

12.- Se necesita un Estado con capacidad de gestionar el desarrollo de la industria de las telecomunicaciones basada en la innovación y la diferenciación de los servicios para posibilitar la participación de los ciudadanos.

13.- Es fundamental que el Estado incremente los porcentajes obligatorios de transmisión de promedios de programación nacional en las estaciones de radio y televisión del país, pues, por ejemplo, los niveles fijados para la difusión de los contenidos nacionales en México pueden llegar hasta 20 por ciento, mientras que en países como Colombia alcanzan el 50 por ciento.

14.- Es básico delimitar con precisión jurídica en la legislación lo que debe comprenderse como “programación nacional”, pues actualmente la normatividad es muy laxa al tipificarla como el contenido o la programación generada por persona física o moral con financiamiento mayoritario de origen mexicano.

La ausencia de dichas directrices reforzó el modelo de comunicación dominante previamente existente y contradijo el espíritu de apertura y pluralidad que fundamentó la producción nacional. De esta forma, no se cumplió con el espíritu superior de la reforma que fue impulsar la producción alternativa de comunicación endógena para beneficiar a la sociedad y no tanto a los poderosos consorcios de las industrias culturales. Frente a esta realidad, fue preocupante que la defensa del porcentaje de contenido nacional transmitido en relación con experiencia internacional y la forma de cómo interpretarlo haya sido tan débil, ambigua y reducida por parte de los sectores de oposición.

De lo contrario, de no ejecutarse tales perspectivas de cambio, para las próximas décadas tendremos un país sumido en un remolino de mayor inseguridad, pobreza, desempleo, impunidad, marginación, violencia, corrupción, abuso, cinismo, impunidad, crisis partidista, simulación gubernamental, debilidad democrática, autoritarismo desconfianza institucional, frustración social, descomposición colectiva, etc.; y paralelamente, recibiremos virtualmente en nuestros hogares un prototipo digital de televisión y radio “posmodernos” que transmitirá una visión espectacular de la vida donde “¡Todo está bien!”, “¡Somos un país que progresa!”, “¡Todo se mueve hacia adelante!”, “¡Estamos rodeados de buenas noticias…!”, “¡Contamos con los modelos de comunicación más avanzados del mundo!”, “¡Ya llegamos a la Cuarta Revolución Industrial!”, “¡México es un país feliz!”… Este modelo esquizofrénico de difusión colectiva contribuirá a inyectar ingredientes muy inflamables para la explosión social en las próximas décadas; pues no encarará las causas que dan vida a los conflictos sociales, ocultándolos con “fantasías modernizadoras” que reventarán cuando la cruda realidad ya no pueda ser “maquillada” en el futuro con la mercadotecnia propagandística que realiza la gobernabilidad de la vieja clase política. 

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