Una de las cartas que escribió Emilio Salgari (agosto 21 de 1982-abril 25 de 1911) antes de suicidarse a los 49 años con la técnica del harakiri estaba dirigida sus editores: “A ustedes, que se han enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, solo les pido que, en compensación por las ganancias que les he proporcionado, se ocupen de los gastos de mis funerales. Los saludo rompiendo mi pluma. Emilio Salgari”. Uno de los más leídos del siglo XX, Salgari escribió 84 novelas con personajes que han poblado de heroicas aventuras las fantasías de los lectores juveniles. Aquí las primeras líneas de El corsario negro:

De entre las tinieblas del mar, surgió una voz potente y metálica:

—¡Alto los de la canoa o los echo a pique!

…los dos hombres que tripulaban fatigosamente una barquilla apenas visible soltaron los remos y miraron con inquietud el algodonoso seno del mar. Tenían unos cuarenta años, y sus facciones enérgicas y angulosas aún parecían más hoscas a causa de sus enmarañadas barbas. Llevaban sobre la cabeza sombreros amplios agujereados de balas, cuyas alas parecían rotas a dentelladas; sus camisas de franelas y sus calzones estaban desgarrados, y sus pies desnudos demostraban que habían caminado por lugares fangosos. Sin embargo, sostenían pesadas pistolas, de aquellas que se usaban en los últimos años del siglo XVI…

—¿Quién vive?

—El diablo —murmuró el llamado Wan Stiller.

Su compañero, en cambio, gritó, con toda la fuerza de sus pulmones:

—¡Si tiene tanta curiosidad, acérquese hasta nosotros y se lo diremos a pistoletazos!

La fanfarronada no pareció incomodar a la voz que interrogaba desde la cubierta del barco:

—¡Avancen, valientes —respondió—, y vengan a abrazar a los hermanos de la costa! Los hombres de la canoa lanzaron un grito de alegría.

—Que me trague el mar si no es una voz conocida —dijo Carmaux, y añadió—: Solo un hombre, entre todos los valientes de las Tortugas, puede atreverse a venir hasta aquí, a ponerse a tiro de los cañones de los fuertes españoles: el Corsario Negro…

Un hombre descendió desde el puente de mando. Vestía completamente de negro, con una elegancia poco frecuente entre los filibusteros del Golfo de México. Llevaba una rica casaca de seda negra con encajes oscuros y vueltas de piel, calzones en el mismo tono negro e idéntica tela; calzaba botas largas y cubría su cabeza con un chambergo de fieltro, sobre el cual había una gran pluma que le caía hacia la espalda. Tal como en su vestimenta, en el aspecto del hombre había algo fúnebre. Su rostro era pálido, marmóreo. Sus cabellos tenían una extraña negrura y llevaba barba cortada en horquilla, como la de los nazarenos. Sus facciones eran hermosas y de gran regularidad; sus ojos, de perfecto diseño y negros como carbunclos, se animaban de una luz que muchas veces había asustado a los más intrépidos filibusteros de todo el Golfo…

Novedades en la mesa

Una decena de títulos de Rius (Eduardo Humberto del Río García), creador de Los supermachos, circulan hoy en las mesas de novedades, entre ellos, La trukulenta historia del kapitalismo (Debolsillo); Los presidentes dan pena (Grijalbo), y La panza es primero (Debolsillo).