La Generalitat no acatará la orden del Constitucional para suspender el referéndum “porque estamos cumpliendo con las leyes emanadas del Parlament”. Periódico El País

Madrid.- Lo dicho Comendador, sólo puede ocurrir en mi país: amparada en la democracia, cuyo significado desconoce, la ultraderecha empieza a dar palos contundentes que recuerdan épocas pasadas.

Esta inquieta y empieza a tener miedo. Las encuestas señalan que va en caída libre, aunque todavía podría ganar las próximas elecciones.

Pierde cuatro puntos conceptuales en el sondeo del CIS a favor del PSOE cuyo secretario general, Pedro Sánchez, es el más valorado en intención de voto. El gobierno neoliberal da señales de cansancio y algunos ministros avizoran ya un futuro incierto para el PP.

El ambiente empieza a nublarse para los dueños del pensamiento único y la maltrecha economía (dicen que ya salimos de la crisis) no crece ni por asomo y sigue castigando a los más necesitados, que son la mayoría.

Crecemos a un 3.1% en cifras macroeconómicas y, sin embargo, hay un 33% de personas en el umbral de la precariedad. Los sueldos siguen muy bajos, como nunca. Ser hoy mileurista es un triunfo y no un blasón. Mientras, existen empresarios que ganan 26.000 euros al día. (Puede comprobarse en los datos estadísticos oficiales).

Tremendo. La desigualdad aumenta sin parar. Se dispara como un cohete balístico y sin visos de que la situación mejore a medio plazo.

A esto hay que agregar que las contrataciones son en un 81% temporales, días, semanas y meses para el trabajador que no puede llegar a fin de mes. Los dirigentes de las multinacionales, nuestras y extranjeras, ya no ríen tanto. Ganan mucho, pero están preocupados y eso es un síntoma de que se avecina un cambio importante en nuestra sociedad.

El sistema actual creado a finales de la Segunda Guerra Mundial (Bretton Woods) caducó. Desde hace ocho años estamos en crisis y seguimos en ella digan lo que digan los señores del gobierno y los negociantes que se lucraron durante 24 años y se hicieron multimillonarios a costa del resto de los españoles.

Por tanto, hay que elaborar una nueva política geoeconómica que nos permita sobrevivir, respirar, ser personas sin tanta angustia. España, tan fértil en tradiciones y con una historia envidiable, debe apuntarse a la labor de crear un nuevo esquema social que haga menos pesada la carga y entusiasme a los jóvenes que son nuestro gran recurso para el presente y futuro. Por desgracia, han emigrado ya un millón de muchachos con carreras universitarias.

Hubo un momento a principio de siglo que un albañil con ocho horas de trabajo ganaba 5.000 euros al mes, cuando menos. Despilfarramos a tutiplén. José María Aznar propició la burbuja inmobiliaria mientras firmaba el Pacto de las Azores para hacernos más amables al clan Bush.

El declive empezó en 2008 cuando Rodríguez Zapatero negó que hubiese crisis y desterró la palabra por decreto. Fue un error que nunca lo perdonaremos, aunque hizo algunas cosas buenas, desde luego mejores que las del gobierno de la derecha.

En aquel entonces, Aznar todavía tenía bigote y simpatías entre las clases trabajadoras. Luego, se lo quitó (el bigote) y comenzó a golpear desde la FAES a cuanto bicho viviente se pusiera por el medio y negara su inteligencia.

Esta institución es la representante oscura sin saber de dónde proviene sus ingresos, de la derecha más retórica.

El ex presidente se dedica ahora a dar batacazos contra Mariano Rajoy y, aparentemente, está convertido en el Pepe Grillo del gobierno. Pero no lo hace gratis. Don Josemari tiene soportes en muchas otras partes del globo terráqueo. Le consienten sus brillantes discursos en inglés, ininteligibles pero grandilocuentes al juzgar por la cara que pone al leerlos.

El castellano es un icono de la derecha-derecha como lo son María San Gil (País Vasco), Esperanza Aguirre (Madrid) y Jaime Mayor Oreja (San Sebastián) que lo acompañan a donde los invita o se invitan solos para exhibir su entrega absoluta al nefasto discurrir del ex jefe de gobierno.

Es curioso, por cierto, que no haya emitido aun algún comunicado sobre el caso de la independencia de Cataluña. Se mantiene callado, encerrado en su ego y quizá trabaja en la creación de un nuevo modelo de política, inédito, imaginado por él mismo. Pero de la independencia catalana nada, no se moja las manos. Hay que recordar que el pactó con Jordi Pujol para poder formar gobierno en la primera legislatura que encabezó.

Este personaje (Don José María) es ya una leyenda, la negra, la que nos oscurece la historia de España y la que nos identifica porque en parte es nuestro ADN. Hay aún españoles que defienden el pasado inmediato.

En la casa de los españoles, los pleitos abundan; nos lanzamos golpes bajos sin el menor rubor y con la soberbia que caracteriza a este país, que tanto vale, tanto nos ha dado que padecer y que sufrir.

El futuro no se ve muy halagüeño. El poder legislativo, ahora con cuatro partidos importantes, sigue siendo el albergue de las ideas pero de los rechazos y de los contubernios como ocurre con los amaños que han realizado el PP y Ciudadanos. Pero no para ahí las cosa y es que Unidos-Podemos y el PSOE todavía no se ponen de acuerdo por más que la gente lo requiere y lo necesita.

Baltasar Garzón y Gaspar Llamazares han decidido crear un partido por si no hay empatía entre los dos partidos anteriores. En el programa manifiestan que lo hacen para presionar a Sánchez y a Iglesias a que tengan en cuenta que, por encima de los egos personales o las diferencias de matiz, está el porvenir de España y que éste está en peligro si no hay una revolución social pacifica que eleve los niveles de vida de los marchitos.

En tanto todo esto ocurre, don Mariano sigue desvelando su brillantez verbal: “No habrá referéndum” porque lo digo yo y se queda inmóvil. Así ha estado en los últimos años y es uno de los protagonistas que nos llevan a afrontar con la desconexión de Cataluña que no deseamos.

Pero él no se inmuta; en su última visita a Felipe VI en el palacio de Marivent, le ratificó lo que pregona, pero no comunica en qué forma va a detener el enfrentamiento que puede ocurrir ese día y que propiciará sangre y desestabilización que es lo menos que requerimos en este país.

Luchemos, pues, para que Cataluña siga dentro de España porque la necesitamos y nos necesita y porque los actuales dirigentes, Carles Puidgemont y Oriol Junqueras son unos mesiánicos que sólo buscan el triunfo para satisfacer su soberbia.