La celebración de las fiestas patrias es un aspecto relevante de la agenda cívico – cultural de México, que año con año atendemos con entusiasmo y con el deliberado objetivo de recordar la vigencia de los valores de la gesta libertaria iniciada el 15 de septiembre de 1810 y del proyecto de nación independiente que se le asocia. Para los mexicanos, esta fecha es relevante porque evoca aspectos fundacionales del país y de los diversos avatares que los dirigentes del movimiento insurgente afrontaron para liberar a la América Septentrional del mal gobierno y encaminarla por una senda soberana, sustentada en el derecho inalienable de los pueblos a vivir en paz y libertad y a darse el régimen de gobierno que mejor convenga a sus intereses.

En pleno Siglo veintiuno, no es ocioso traer a la memoria el legado de Miguel Hidalgo y su compromiso con la abolición de la esclavitud. De igual manera, hoy más que nunca es pertinente recordar el catálogo ideológico de los Sentimientos de la Nación y el importante trabajo desarrollado por José María Morelos en el Congreso de Apatzingán de 1814 para dar forma constitucional a la vocación independentista del pueblo mexicano. Los nombres de estos héroes, y de muchos otros hombres y mujeres que se unieron en la misma causa, nos recuerdan, igualmente, las intensas jornadas militares y debates políticos en los que participaron para integrar un país libre de la antigua metrópoli española, con capacidad para tomar decisiones propias y establecer relaciones constructivas y amistosas con todas las naciones del mundo. Desde entonces han pasado ya 207 años y los mexicanos de hoy, al celebrar el Grito de Dolores, rendimos tributo a toda una generación de compatriotas, que sacrificó su vida para legarnos un país que hoy ocupa un lugar relevante en el concierto mundial, que es reconocido por la congruencia de su voz en los foros internacionales y que trabaja incansablemente en favor de la cooperación para el desarrollo y la paz.

El conjunto de estos elementos formativos de la nacionalidad nutre las fiestas patrias en todos los rincones del país, y también está presente en los eventos conmemorativos donde participamos los diplomáticos mexicanos en nuestras respectivas adscripciones, en particular la tradicional ceremonia del Grito, que convoca el entusiasmo de los connacionales y sus comunidades que radican en el exterior. La conmemoración de la independencia en el extranjero está cargada de emociones profundas, que fortalecen lazos identitarios, a la vez que vigorizan el sentimiento de orgullo y pertenencia de compatriotas que aportan su trabajo y talento en sus nuevos países de residencia.

En un sentido más amplio, recordar la gesta libertaria allende las fronteras brinda la oportunidad para que las sociedades y gobiernos de otras naciones conozcan más de México, y de esta forma, entiendan mejor su evolución económica, política y social, así como su férrea y original identidad cultural. Se trata, sin duda, de una fecha emblemática de la diplomacia cultural, que permite a los miembros del Servicio Exterior compartir con interlocutores estratégicos, amigos y socios de nuestro país, información sobre los avances y proyectos de los mexicanos del Siglo veintiuno, de la indeclinable voluntad que nos anima para seguir proyectando la vitalidad social, la viabilidad económica, la inquietud democrática y la vocación global de nuestra rica y generosa nación.