Los sismos del 7 y 19 de septiembre que azotaron no solo la Ciudad de México, sino también otros estados de la república, como Oaxaca, Chiapas, Morelos, Guerrero y Puebla, sacaron de entre los escombros la cara de esa sociedad que desde el sismo de 1985 no había vuelto a aparecer.

Con palas, picos, cubetas pero sobre todo con una condición de igualdad, miles de mexicanos salieron de su zona de confort para ayudar y proteger al prójimo sin importar de quién se trataba. No hacían falta ni líderes sociales, ni mucho menos figuras políticas. El dolor era de todos, era de un país que parecía sucumbir ante la tragedia.

En medio de ella, en diversas redes sociales se ha tratado de llamar a la unidad a fin de lograr la reconstrucción de un país que, de acuerdo con cifras oficiales, tiene afectaciones por más de 38,000 millones de pesos. Ante las cifras, el presidente Enrique Peña Nieto ya ha dicho que los recursos del Fondo Nacional de Desastres (Fonden) “no son infinitos, tienen una limitante”.

Para Ligia Tavera Fenollosa, profesora investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) México, lo importante en estos momentos, además de tener presente el concepto de unidad, en lo que se debe de concentrar la sociedad es en aprovechar este momento de solidaridad para exigir respuestas . Reclamar la rendición de cuentas por parte de las autoridades para así evitar la impunidad.

“Desafortunadamente en todos lados hay mucha solidaridad pero poca  indignación, poco reclamo, lo que puede derivar en que haya mucha impunidad, al igual que sucedió en 1985. Es ahí cuando lo legal y lo moral no van de la mano y hay que estar muy atentos”.

Los desastres vuelcan a la gente a las calles

Tavera Fenollosa explica que en todo tipo de desastres la primera reacción de cualquier sociedad es la de volcarse a prestar ayuda a quienes los necesitan, lo cual se encuentra documentado en Estados Unidos desde 1945 en adelante y fue lo que se vio tanto en 1985 como ahora con el sismo que azotó la Ciudad de México el 19 de septiembre de este año; sin embargo, señala que entre un sismo y otro hay similitudes y diferencias.

Entre las similitudes destaca la respuesta ciudadana, la participación de los jóvenes, la solidaridad en las labores de apoyo y rescate, lo cual es muy común en este tipo de  desastres naturales. Como diferencia principal entre un momento y otro se encuentra  el movimiento que se gestó en 1985, el cual no considera que se pueda repetir en este momento.

Tavera Fenollosa precisa que es muy importante recordar que a diferencia del 85, hoy no contamos con una movilización urbana popular en la Ciudad de México como era el de la Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (Conamup), acción muy bien articulada y organizada de gran utilidad, sobre todo para la conformación de un desplazamiento de damnificados.

“En 1985 justamente gracias a ese movimiento se logró que tres días después de lo ocurrido se organizara una marcha a Los Pinos. Ya para el 27 de septiembre se había concretado una marcha de silencio en honor a las miles de víctimas, que contó con la asistencia de cerca de 30,000 personas”.

Además —indica— otra diferencia es el hecho de que los damnificados se quedaron en sus barrios, “la enorme mayoría se negó  a ir a los albergues que había dispuesto el gobierno. Con la ayuda de las organizaciones preexistentes, como las de la colonia Guerrero, Morelos, Tepito, Tlatelolco, la consigna fue: nos quedamos en nuestros  barrios junto a nuestros edificios”.

Ahora —dice— lo que se puede observar es que la gente se está saliendo de sus hogares, no se ve un movimiento de damnificados. “A más de una semana de los hechos empieza a haber alguna convocatoria para realizar una marcha, pero la información no es muy clara, lo que vemos es la gente abandonando colonias afectadas como la Condesa, la Roma. No se ve un movimiento como tal, como lo fue la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de septiembre”.

Falta una mayor organización social

Al hablar sobre los posibles riesgos al tener a toda una sociedad en las calles a fin de prestar ayuda a las víctimas del terremoto, la doctora en sociología por la Universidad de Yale afirma que, más allá de un riesgo, el problema es que actualmente el nivel de organización en la Ciudad de México en términos barriales, en términos territoriales, es muy diferente al que había en el 85.

“La organización en esos momentos fue la base sobre la cual se organizó un movimiento muy exitoso que logró miles de viviendas. Con la firma del Convenio de Concertación Democrática para la reconstrucción, los damnificados participan activa y directamente en el proceso de reconstrucción. Hoy no se ve que se vaya a dar eso”.

Ante la posibilidad de que el país se encuentre en peligro de caer en lo que se conoce como oclocracia, la cual es una de las formas en las que degenera una democracia y que fue nombrada por el historiador griego Polibio como el gobierno de la muchedumbre, la investigadora de la Flacso-México descarta que esto vaya a suceder.

“Difiero de esa lectura. Cuando la autoridad actúa como le corresponde es cuando ese espacio lo ocupa alguien más. Sin embargo, considera que esto no ocurrió. Si bien, en un principio en las tareas de rescate participaron vecinos, poco después —al menos en los edificios donde se concentró la atención pública— llegó el Ejército y acordonó el lugar. Se convirtió en la autoridad”.

Pese a que dicha situación pudo ser o no aceptada por la misma sociedad, Tavera Fenollosa asevera que el Ejército se convirtió en el representante del Estado en ese lugar, “lo mismo pasó en el colegio Rébsamen, en donde todos vimos lo que ocurrió con la Marina y el caso de la niña. Pero había una autoridad en el lugar, aunque también es cierto que hay algunos lugares, como la parte alta de Xochimilco, a donde no ha llegado ninguna autoridad”.

“Pero estas versiones sobre que la sociedad se desborde y sobrepase al gobierno son infundadas. El objetivo es, nuevamente, como ha sucedido en otras ocasiones, generar una campaña de miedo”.

La especialista en movimientos sociales tras el sismo de 1985, afirma que es muy importante subrayar que pese a que el Ejército y la Marina estuvieron presentes, la mayoría de los rescates los realizaron los brigadistas nacionales e internacionales, gente de la sociedad civil y Los Topos.

Necesario canalizar la “Fuerza México”

Al resaltar la importancia de canalizar toda esta unidad y solidaridad que ha demostrado la sociedad mexicana, la investigadora de la Flacso México asegura que no debe pasar inadvertido el hecho de que al día siguiente del sismo del 19 de septiembre, a través de la plataforma change.org se lanzó esta iniciativa con respecto a la redistribución de recursos de los partidos, la cual surtió efecto. “Esa ya fue una primera reacción”.

“Eso ya es un resultado de la convergencia entre actores ante el malestar acumulado por el elevado costo de las elecciones. Ante la petición de esta plataforma la gente se fue sumando para ejercer presión”.

Por ello considera que sería bueno que en los próximos días se pueda ver un movimiento de los propios damnificados para que puedan unirse y no seguir recurriendo a soluciones individuales, “tenemos que tener una sociedad que exija una rendición de cuentas, sobre todo ante el numero tan elevado de edificios nuevos que se colapsaron en algunas zonas de la ciudad”.

Destaca que en la parte semiurbana lo que se puede observar es que ya existe una estructura comunitaria muy fuerte, “un tejido social muy denso, por lo que se podrá ver otro tipo de respuesta. Las asociaciones y organizaciones preexistentes, así como abogados, están asesorando para evitar la introducción de maquinaria que no solo es para que continúen las labores de rescate sino también para que no se destruya la evidencia, no se destruyan las pruebas”.

En resumen afirma que a diferencia de lo vivido en 1985, cuando hubo una gran convergencia que culminó en un gran movimiento, “en este 2017 solo se vislumbra una multiplicidad de respuestas, de acciones ciudadanas, por lo que es importante estar atentos para que no haya impunidad, que mucho va a depender de la sensibilidad de las autoridades y la capacidad de negociación política”.