“El periodismo está en crisis, una parte de su mal está en haber permitido entrar por la puerta principal de su prestigio la decadencia del oficio, la superficialidad y el desatino”. 

David Trueba, escritor

 

Madrid.- “ … Yo sí tengo vergüenza, Mariano no vendas armas a países que violan los derechos humanos” y luego las revenden a los terroristas, y “no Tic Por”, “No tengo miedo” son las dos pancartas que llenaron el ambiente durante la marcha contra el terrorismo en Barcelona el 26 de agosto.

El acto duró una hora y 50 minutos y el recorrido fue de kilómetro y medio por lo que los manifestantes apenas se movieron del lugar de concentración.

Eran las 6 de la tarde, adelante, bomberos, guardia civiles, mossos d’ escuadra, policías municipales, ONGs , Cruz roja y cooperantes anónimos que ayudaron a transportar a muertos y heridos a los hospitales y tanatorios de la Ciudad Condal. Ya suman 16 los fallecidos. El último, una alemana de 51 años que estaba grave. Quedan ocho más internados con pronóstico reservado.

Ondearon Esteladas (independentistas) Senyeras por todas partes. La bandera española se vió poco y mustia… como asustada.

Participaron unas 500.000 personas (nunca se sabe la cifra exacta como es costumbre). Entre ellas, niños que estaban ahí sin saber porqué. Formaban parte de un escenario ajustado a un protocolo excesivo.

Atrás, el Rey Felipe VI, el presidente del gobierno, sus ministros y los líderes de la oposición política. Hasta la CUP acudió a regañadientes.

Más al fondo, en bola, los ciudadanos de Cataluña y de otras partes del territorio peninsular. Caras compungidas y cabeza en alto, lágrimas en las mejillas, sentimientos encontrados.

Cada fila estuvo sembrada de guaruras, auténticos guardaespaldas, vigilantes, ojo avizor, serios, el ceño fruncido y los ojos bailando en sus cuencas, como platos.

Sólo faltaba que ocurriese algo… fue la explicación a tan meticulosa organización previa.

La célula yihadista “ya está desarticulada”, como explicó Juan Ignacio Zoido, encargado de la cartera del Interior, en horas pasadas.

Los medios de comunicación, presentes: Prensa, radio y televisión (también la pública a su manera) cubrieron hasta el último detalle. Bueno, les faltó uno. Nadie mencionó a los portadores de carteles que llevaban consignas contra los traficantes y vendedores de artefactos bélicos como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes, cuyos gobiernos ejercen y practican dictaduras sangrientas y comercian con armamento salido de nuestras fábricas.

Ocupamos el tercer puesto en el suministro de material bélico a esa región. Lugares que el monarca visita de vez en cuando.

El Parlamento no se ocupa del tema armamentista, tiene otros asuntos a los que dedicar tiempos y esfuerzos. La eterna pelea entre los partidos de izquierda que nunca concluye.

Estuvieron allí también, en ese corto tiempo, presidentes de Comunidades Autónomas, pero no vi a nadie de la ONU o de los tribunales defensores de los derechos civiles.

Y lo más significativo: No acudió ni un solo Jefe de Estado o Gobierno de países europeos, asiáticos, africanos y de América.

Brillaron por su ausencia a diferencia de hace poco más de un año en que cuarenta mandamases del mundo occidental desfilaron cogidos por el brazo por los Campos Elíseos para manifestar su dolor por los hechos ocurridos contra la revista satírica Charlie Ebdo ( Je suis Charlie) .

No faltaba más, los ausentes más significativos fueron: los expresidentes Jose María Aznar y Felipe González, la expolítica de “las ranas”, Esperanza Aguirre, la vasca María San Gil y Jaime Mayor Oreja de la ortodoxa ultraderecha española.

Tampoco se dejó ver Susana Díaz, presidenta de la junta de Andalucía, encerrada en palacio después de su derrota ante Pedro Sánchez en las elecciones para secretario general de los socialistas en mayo pasado.

Se oyeron abucheos y chiflidos para el monarca y Rajoy. El acontecimiento fue desleído, sin aspavientos pero con una gran carga emocional contra los belicistas.

El acontecimiento tuvo eco en Madrid y otras ciudades españolas. A Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, le aconsejaron que no fuera porque los abucheos se iban a oír en el Vaticano.

Cumplían con su propósito alcaldes, testigos internacionales, mujeres y hombres de la clase media, albañiles, obreros , empleados, autónomos que no cotizan al Seguro Social, jóvenes y observadores camuflados, así como detectives de Scotland Yard, FBI y CIA , barbudos y lampiños.

También, intrusos salidos de las cuevas del narco, gerifaltes del tráfico de personas, auténticos violadores de las leyes que nos rigen , dandis de paseo, carrozas con bebés y un sin número de curiosos.

Iban codo con codo, manos apretadas sobre el corazón, ojos tristes, paso lento y cansino. Por allí se escondían, seguramente, espías que soportan y consiente al Estado Islámico, miembros de naciones totalitarias que compran y venden armas a granel.

Entre todos, lobistas que intentan relacionarse con personajes, estrechar su mano y , quizás, conseguir una entrevista posterior; al lado, muchachos que aspiran a ser adultos antes de tiempo. ¡Qué prisa tienen!

Así desfilaron algún que otro escritor de renombre, aspirantes a científicos, encargados de agencias internacionales como la Nasa, tecnólogos iraníes, rusos, estadounidenses, chinos e israelíes.

Allí hicieron acto de presencia los que viven del sablazo y los currantes. Juntos por primera vez y casi seguro por última, ignorantes, vivillos de a tres por cuatro y musulmanes con sus túnicas y cara de penitencia.

Visto desde el helicóptero, relucen calvar y burkas. Se respira allá abajo furor y tristeza. Abundan las exclamaciones lastimeras. Vemos un amasijo de nacionalidades pegados unos a otros, arrastrando los pies. Da escalofrío y conmueven los cuerpos que deambulan informes.

El pasado está más presente que nunca. No se ponen de acuerdo los que tienen la obligación de reprimir y terminar con los asesinatos. Cuidan sus intereses antes que buscar fórmulas para exterminar al terrorismo. La gente exige congruencia y acción de inmediato. No hacen caso, todo se andará… y seguirán los muertos.

Al final se leyeron estrofas de poemas de Rosa Sardá y Federico García Lorca. Nadie los escuchó. Estamos en una encrucijada que forma parte del cambio socio-económico que se avecina irremediablemente.