“- ¿Qué es lo que estás leyendo siempre?, le dijo muy bajito

– Leo libros prohibidos, se prohíbe leerlos porque dicen la verdad…”

Máximo Gorki – La Madre

Madrid.-Hoy es el día en que se reafirman el odio y la incompetencia, la mano dura y la ilegalidad; la “nueva legalidad” y la insensatez. En las ciudades catalanas flamean la estelada y las pancartas por “el derecho a decidir”.

Las personas buscan dónde votar y no lo encuentran; las urnas aparecen, de pronto, en plazas y avenidas, en cualquier sitio; y se las llevan o las embargan.

Los Colegios Electorales están precintados, pero algunos no; los protegen maestros y directores que quieren ser “lliures”.

La obsesión de Mariano Rajoy es proteger la soberanía nacional porque tiene miedo a perder el puesto. Pone en peligro su credibilidad si aún tiene alguna.

Por su parte, Carles Puigdemont lucha por la independencia porque no está seguro de vencer en un plebiscito legal y sin tanta alharaca. O perder la candidatura a la presidencia de republica de Catalunya. ¡Qué el piar de los pájaros no le nuble las neuronas!

Ya no hay marcha atrás: es imprescindible meterle mano a la Constitución del 78, actualizarla para resolver problemas similares y otros que se presentarán en el futuro.

El señor gallego está en Madrid, recién llegado de la Casa Blanca. “No habrá consulta”, insiste. “Es una tontería”, afirma el presidente de EU, Donald Trump. En la euforia, los ultra-fachistas gritan ”a por ellos, oé, oé, oé,” y se envuelven en la bandera bicolor anticonstitucional.

Llegan activistas del extranjero para dirigir el barco de la intransigencia. La democracia pide esquina. ¡Es una violación multitudinaria!.

Los curas se dividen. Mientras la Conferencia Episcopal se lava las manos con un llamado a respetar las instituciones, un tercio de los clérigos catalanes utiliza el púlpito para hacer campaña en pro de la consulta.

España, el país de no sé cuantas naciones y escenario de tanta confusión, vive un momento azuzado por el gobierno inmovilista sin discurso y los secesionistas dispuestos a votar donde les coloquen una caja de cartón.

Nadie sabe si habrá recuento ni en qué lugar; ni siquiera si las policías retirarán todos los instrumentos electorales. No hay funcionarios de casillas ni representantes del sí o del no. Los observadores vemos pasar el tiempo.

La gente invade las poblaciones más importantes de las cuatro provincias. Sobre todo de Barcelona donde la alcaldesa Ada Colau trata de complacer a ambas partes. Señala que el referéndum es ilegal pero que Rajoy comete errores de forma y fondo. Está entre dos aguas fangosas, navega por riachuelos contaminados.

La mayoría de los discursos son falsos y cínicos, se multiplican. Es el final de un principio que no acaba con la declaración de independencia que hará el Parlament de inmediato o días después. Si antes no lo precintan también.

En las dos partes hay enojo y miedo. El ambiente está trufado de malas maneras y la tensión es insoportable. Las fuerzas de seguridad nacionales y los Mossos permanecen listos para intervenir al menor asomo de violencia. Estos últimos advierten que cumplen las órdenes de arriba abajo pero que puede haber disturbios, choques; los hay.

Las consignas escritas y gritadas perjudican, matan el diálogo.  No ayudan al entendimiento. Se rompen las reglas institucionales, el Estado de Derecho está mal vestido: muchas condecoraciones y birretes pero poco sentido común.

Las partes son irreconciliables, tendrán que ser otros los protagonistas políticos porque estos, los que hay, utilizan peroratas maniqueas y destrozan los diques de la concordia. No sirve.

Carme Forcadell, presidenta del Parlament, cita a sesión y la mayoría secesionista se impondrá. No obstante las protestas del PSC y Ciudadanos. Podemos respalda el sondeo pero admite que es ilegal.

La CUP y Omnium Cultural se disputan el extremismo y, a veces, la vulgaridad, como la de Gabriel Rufián. El bien común pasa a los bolsillos de los manirrotos que lo usan para resquebrajar y turbar más.

Es difícil evitar la confrontación. No la hubo ni la hay ahora, en estos momentos. ¿La habrá en un futuro?. Los balcones de las casas están llenos de familias que escudriñan a los manifestantes. ¿Irán o no a depositar su voto?… ¿en su propio departamento…?

En cualquier lugar; es necesario demostrar que tenemos el derecho a opinar, se oye por ahí.

La “votación” se cierra a las 20 horas. La gente espera que no estalle la violencia, pero lo duda porque el sentimentalismo disfraza cualquier señal de alarma. Poco cambiarán las cosas, no se avizora otro presente ni futuro (escribo el jueves 28) o algo que detenga este camino a la ruptura.

En ambas partes mantienen su programa. El procés seguirá y el Parlament dará el toque final: ¡independencia!. Hay quienes desean anunciarlo ya; en pequeños grupos los catalanes están entusiasmados.

Las fuerzas de seguridad nacionales y los Mossos tuvieron reuniones por separado. A las dos asistió un representante del gobierno, por si acaso. La prensa internacional está al acecho, cubre hasta los más lejanos rincones de esa región.

El PP “está bunkerizado”, afirman. Puigdemont y Junqueras han sido acusados de sedición y rebeldía. Se estudia si conviene apresarlos. Paralelamente se amplían las medidas coercitivas y se militarizan los lugares emblemáticos. Mientras no salgan los soldados…

La votación no podrá llamarse así porque ¿quién vigilará las urnas para que no haya votos de más…, quiénes el recuento…. y las listas electorales, dónde están?. La sinrazón.

Para los separatistas lo único importante es que sus diputados hagan la declaratoria de ruptura.

En otros ámbitos, Joan Manuel Serrat dice que la consulta no tiene un perfil suficiente y, de inmediato, lo acusan de fascista. Él contesta: “prefiero pasar miedo que vergüenza…”

Abundan los escarches, los acosos;  corre la gente, también la policía. La euforia de los jóvenes es evidente. El poder emocional de la adolescencia. Aunque también pasean niños, ¡cuidado!.

En Washington, Mariano Rajoy expresa que el referéndum es “un disparate” y lo secunda el presidente Trump: “un disparate”.

No se puede votar en un radio de 100 metros a la redonda de los Colegios.

El llamado a la concordia de escritores, científicos, artistas, empresarios y catedráticos, fue inútil.

“Es mi mayor preocupación, desde hace 40 años no he visto cosa igual”, expresa el ex presidente Felipe González.

Allá y aquí, todos opinan, vierten sus pensamientos sin mucha claridad, están asustados, indecisos.

Salvo el fallido 23-F, esta situación no responde a la actitud democrática con la que nos llenamos la boca a cada minuto.

Del Jefe del Estado, Felipe VI, ni sus luces. Duerme en la Zarzuela, ausente; ha insonorizado las paredes de Palacio.