Andrea Camilleri cuenta la historia de los hermanos Sacco, obligados en los años veinte a defenderse de la mafia, de la policía, de sus vecinos e incluso de sus amigos, hasta convertirse en leyenda siciliana en La banda de los Sacco (Planeta). Aquí las primeras líneas:
A mediados del siglo XIX Luis Sacco es tan solo un muchacho espabilado y vivaz que trabaja como jornalero. Yendo de campo en campo, consigue pequeños contratos en las tierras cercanas a Raffadali, su pueblo natal. Estas son sus riquezas: juventud, dos brazos fuertes y muchas ganas de trabajar. Por lo demás, le faltan hasta los zapatos.
Está muy enamorado de una bella muchacha, jornalera como él, llamada Antonia Randisi. Y ella también lo ama a él. A los dos les encantaría casarse y tener hijos, pero no tienen dinero…
La vida del jornalero es muy dura… no es un trabajo estable ni dura todo el año… durante tres meses trabajas y entonces puedes comer media hogaza con una sardina, y durante tres meses no trabajas y lo único que comes —y eso si la suerte te ayuda— es un mendrugo de pan seco con un poco de achicoria. Cuando llega la época de la cosecha (los momentos del año en que se recogen las almendras, las habas, las aceitunas, las uvas o el trigo), los jornaleros se reúnen a las siete de la mañana en un sitio establecido, que en general es una plaza del pueblo, y allí esperan a los capataces que, por encargo de los patrones, van a fari la chiurna, o sea, a reclutar a las personas, varones y mujeres que se han congregado en el punto de encuentro para llevarlas a los campos.
La posibilidad de que te escojan depende totalmente del capataz, que no siempre elige a los jornaleros por lo bueno que son en su trabajo o por lo mucho que se esfuerzan en ganarse la escasa paga, sino que a menudo y de buena gana obedece las órdenes de un mafioso o el ruego de un amigo, o del amigo de un amigo. O, si no, muchas veces decide quién sí y quién no a su antojo, según si alguien le cae simpático o antipático…
Se comienza a trabajar con las primeras luces del día y se acaba cuando cae la tarde. Solo está permitida una pausa de una hora, que debe bastar para que los trabajadores coman y hagan sus necesidades. Pero ¿qué comen los jornaleros? Una hogaza de pan de un kilo acompañada de una sardina salada o un huevo duro. Para que la comida sea soportable, primero se meten la sardina o el huevo duro a la boca, los giran con la lengua y luego se los sacan fuera intactos. A continuación, se comen los primeros tres cuartos de la hogaza acompañados por el sabor de la sardina o el huevo. Solo se comen la sardina o el huevo cuando queda el último cuarto de hogaza. Beben agua que mantienen fresca en un cántaro. En algunas ocasiones, muy raras veces, si el patrón es generoso, ofrece el condumio, que consiste en un poco de berenjenas o una escudilla de harina de habas cocinada en agua y reducida a papilla, con un chorrito de aceite encima, y que sirve para acompañar el pan. Si el trabajo debe continuar al día siguiente, los trabajadores duermen al raso…
Novedades en la mesa
Cuento para niños y adultos es el libro póstumo de Ignacio Padilla Miguel de Cervantes: caballero de las desdichas, editado por SM.


