Muchos motivos hay para sentirnos orgullosos del pueblo mexicano a lo largo de su historia, pero en momentos de tragedia, como los vividos a partir de los terremotos, la solidaridad espontánea y eficaz de los miles de voluntarios fortalece ese orgullo. Es muy pronto para tener un balance, tanto de la dimensión del desastre así como de las respuestas de las diferentes autoridades, pero lo que ya se ha visto es precisamente la rapidez de la solidaridad que ha conseguido salvar las vidas de decenas de mexicanos.

Si la solidaridad surge en momentos de desgracia, en el transcurrir cotidiano de la economía lo que se vive es un extremo de la desigualdad y la explotación de los trabajadores mexicanos. La semana pasada, la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) informó que los fondos para el retiro, en los últimos 12 años han financiado a las empresas tanto públicas como privadas, con nada menos que un monto superior acumulado a un billón (un millón de millones) de pesos. Esa enorme cifra contrasta, por supuesto, con el ataque frontal a las pensiones que se ha desplegado desde la creación de las Afores. O mejor sería decir que ese monto de recursos muestra los motivos, los intereses, por los que se crearon las Afores y se han atacado las pensiones de los trabajadores.

Desde hace algunas décadas, no solo en México, sino en el mundo, los empresarios, y en particular la fracción financiera de la burguesía, que es la hegemónica, han recurrido para enfrentar la crisis económica a una ofensiva contra los asalariados, y a través de reformas laborales o políticas específicas han conseguido despojar de casi todos sus derechos a los trabajadores y también realizar una transferencia de recursos de los asalariados a los patrones.

Al lado de esa ofensiva, los empresarios descubrieron lo que llamo el mercado de los pobres, esto es, que los trabajadores, a pesar de que contaran con salarios reducidos en lo individual, por su gran número, significaban un filón de oro si se podía convertirlos en consumidores. Y el medio fue la ampliación del crédito. Así, se bajó el umbral de ingreso para otorgar tarjetas de crédito, así como para créditos en las tiendas departamentales o en la compra de automóviles. En particular, el área con mayor crecimiento fueron las hipotecas, que generaron primero un auge de la construcción y del sector financiero, aunque finalmente se desembocó en los desalojos y la pérdida de los pagos que ya habían realizado los deudores, así como en la crisis financiera de 2008. También hay que mencionar, como parte del mercado de los pobres, las cuotas cobradas por el envío de las remesas de los trabajadores mexicanos que laboran en el exterior cuyo monto es tan alto que ha conseguido que algunos de los millonarios de nuestro país ingresen en la lista de Forbes que registra a los más ricos del planeta

El área más importante, sin embargo, del mercado de los pobres es la privatización de las pensiones, pues de este modo los empresarios y los gobiernos pudieron disponer de un enorme monto de recursos para financiar sus operaciones. En el caso de México, como informó la Consar, tanto el gobierno como los empresarios que cotizan en la Bolsa, es decir los más ricos, han utilizado los fondos de pensiones para financiarse por más de un billón de pesos. Entre ellos, según el más reciente reporte, 147 empresas se apropiaron de 451 mil 189 millones.

La privatización de las pensiones ha significado a su vez que la colocación en Bolsa ha provocado, periódicamente, pérdidas de decenas de millones, pues ya se sabe que se trata de una inversión de riesgo. Y mientras tanto, las pensiones que reciben los trabajadores se reducen a niveles que no permiten la sobrevivencia, como son las más comunes de mil pesos y fracción. No cabe duda de que el mercado de los pobres ha sido un gran negocio para los empresarios.