¿Cómo renegociar cultura y comunicaciones dentro del NAFTA?/III-VIII
Dentro de la nueva renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, el gobierno mexicano consideró incorporar de manera cuidadosa diversas áreas económicas, energéticas, tecnológicas, comerciales, laborales, etc. que permitieran realizar ágiles intercambios lucrativos. Sin embargo, la cultura y las comunicaciones no se incorporaron en el proceso de renegociación y, por lo tanto, continuaron siendo abordadas con las viejas reglas de la primera fase del TLC de 1994, sin ser amparadas por el Estado, permitiendo que dichas realidades fueran definidas por la dinámica del mercado y no por políticas planificadoras del poder público.
Esta posición estatal ocasionará fuertes repercusiones culturales y comunicativas para el desenvolvimiento futuro de la sociedad mexicana, pues le dio primacía al funcionamiento a la lógica del “dejar hacer, dejar pasar” sobre estos fenómenos y no a la racionalidad de la planificación estratégica del Estado para propiciar un crecimiento equilibrado del país. Entre las principales consecuencias que se presentarán, se dividirán en dos grandes niveles: aquellas repercusiones que se generarán sobre las actividades que serán transformadas directamente por ya estar incorporadas formalmente desde hace dos décadas dentro de los tradicionales acuerdos mercantiles, con sus respectivos nuevos agregados; y aquellos otros impactos que se producirán sobre diversas realidades que aunque no estén expresamente incluidas en el texto del TLC quedarán igualmente afectadas por la imposición de las nuevas normas de operación del mercado en la renegociación trilateral.
Así, en ambos planos, se presentarán, entre otras, las siguientes secuelas en el ámbito cultural, comunicativo, axiológico, imaginario y patrimonio intangible que impactarán la vida de los diversos conjuntos humanos de las comunidades nacionales:
En un primer nivel, se forjarán las siguientes consecuencias sobre aquellos ámbitos que sí fueron contemplados institucionalmente desde hace 23 años dentro del acuerdo trilateral:
1.- En cuanto a las áreas tradicionales que ya quedaron incorporadas al Tratado de Libre Comercio desde 1994, como fueron las industrias de televisión, radio, cine, editorial, música, el patrimonio artístico y arqueológico, etc. estas continuarán transformándose directamente según las clausulas específicas ya pactadas jurídicamente desde hace dos décadas; y probablemente experimentarán un periodo de mayor “modernización” para favorecer la economía norteamericana. En este nivel algunas de las tenencias que se experimentarán en el terreno cultural será mantener el acceso a los mercados sin impuestos, así como eliminar las barreras tarifarias a las exportaciones de Estados Unidos hacia los demás países del Tratado y promover la compatibilidad regulatoria en sectores de bienes clave.
2.- Dentro de esta tendencia convencional se incorporarán explícitamente otras nuevas realidades vinculadas con la comunicación y la cultura, como las telecomunicaciones, el Internet, el comercio electrónico, la propiedad intelectual, las nuevas plataformas virtuales, los video juegos, etc. que no fueron consideradas en las dos etapas anteriores por las que atravesó el establecimiento del NAFTA (1994-2014), debido a que en este periodo no existían o se encontraban en fases muy embrionarias de su desarrollo. Empero, estas actividades serán conducidas, cada vez más, por la mecánica de las fuerzas del mercado que impone el TLC, orientadas hacia la máxima concentración económica, y no por políticas planificadoras de servicio público o de nivelación de tales dimensiones para el bienestar social.