Tal como se esperaba, no hubo sorpresas en Alemania y la canciller Angela Merkel, estará en el poder otros cuatro años. Tampoco fue sorpresa, por más que se quiera ver así, la llegada de la ultraderecha al parlamento (Bundestag).Desde hace tiempo, al igual que en toda Europa, los sectores más recalcitrantes y xenófobos están en total actividad, embaucando a quienes antes votaban a partidos de centro o de la derecha tradicional e incluso de la izquierda. Europa es esencialmente conservadora.

El pasado domingo 24 de septiembre los alemanes fueron a las urnas y decidieron, como ya apuntaban todas las encuestas, que la canciller Merkel siguiera al frente del gobierno del país más poderoso de la Unión Europea. Con el 33 por ciento de los votos, el apoyo más bajo que haya recibido hasta ahora, Merkel se impuso a su rival socialdemócrata Martin Schulz, que obtuvo 20 por ciento de los votos, el peor resultado desde 1945. Como tercera fuerza se alzó el Partido Alternativa por Alemania (AfD), con el 13 por ciento de los votos, Este es el partido de la extrema derecha que se opone a la llegada de migrantes o refugiados, se manifiesta abiertamente contra el islam y rechaza el euro, entre otros planteamientos. Es decir, un partido con tintes racistas y xenófobos.

En Alemania, al igual que en otras naciones europeas, si bien es cierto la extrema derecha sigue siendo una minoría, es evidente que ahora ya no se esconde y sale a cazar votos e influye en los parlamentos, es decir marca la agenda política de muchos gobiernos, tendiendo casi siempre hacia posturas más extremas en materia de derechos humanos, sobre todo para los migrantes. Enarbola un discurso de defensa de supuestos valores “nacionales” y culpa a la migración de la mayoría de males provocados por el proceso de integración económica, sobre todo el desempleo y los ataques terroristas.

En Alemania, ya advierten cual será su agenda. El candidato que compitió por la agrupación de ultraderecha, Alexander Gauland, dijo que serán “una oposición constructiva”, ya que consideran que el bloque que el bloque que encabece Merkel en su gobierno, “será incapaz de gobernar el país de manera sensata”. La ultraderecha no lo tendrá fácil, un discurso demasiado radical puede hacerle perder los votos que captó de la socialdemocracia, pero Merkel tampoco está de plácemes.

La canciller tendrá que pactar y desde luego no lo hará con la extrema derecha. La social democracia ya anunció que no formará gobierno con la canciller, por lo tanto quedan los liberales (FPD) que obtuvieron un 10 por ciento de los votos o los Verdes (9%), pero con ambas agrupaciones tiene diferencias “programáticas”. En este contexto, el cuarto mandato de Merkel se dibuja complicado e influye también en el denso escenario europeo, ya que, el llamado eje franco-alemán, sigue al frente, pero más débil y cuestionado.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha ido perdiendo el capital político con el que llegó al poder y ahora enfrenta un escenario de protestas a las reformas estructurales que busca implantar (reforma laboral principalmente), que atacan el famoso estado de bienestar. La diferencia con Alemania es que la izquierda francesa empieza a encabezar la oposición, mientras que en el país de Merkel, la izquierda está en shock y se vislumbra el acecho de la extrema derecha.

¿Variará su política migratoria Alemania? Hasta ahora ha mantenido las puertas abiertas.¿Endurecerá sus políticas económicas y financieras enfocadas en la austeridad en la eurozona? ¿Aumentará el gasto militar? La ultraderecha está en el Bundestag y muchos analistas consideran que el nazismo está de vuelta. Pronto se empezará a ver qué tanto influye en el futuro inmediato de Europa.