“…Del pico le caían hilillos de baba plateada…” Arundhati Roy – El ministerio de la Felicidad Suprema.

Madrid.- La mayoría de los partidos políticos simpatizan con la convocatoria a elecciones en Cataluña como parte de una solución que termine con el asunto del independentismo o, por lo menos, amaine su furia, reduzca los tiempos del conflicto y se encuentre una resolución definitiva para que esa Comunidad encaje en España.

Para ello, es preciso cumplir con una serie de requisitos indispensables: cumplir con lo prometido en materia económica, darle las atribuciones que merece, impedir la mutilación del catalanismo y aceptarlo como una parte fundamental del país.

Desde hace casi 40 años, los gobiernos no estuvieron, ni mucho menos, atentos a tratar a los catalanes como lo que son, hermanos.

Ahora, el separatismo crece en progresión geométrica. Al desprecio que el PP les tiene se une su reticencia a ser españoles.

No es de hoy, pero ya tiene un perfil de angustia. España necesita y quiere a Cataluña. Esta desea fortalecer su Estado para desarrollarse y restablecer lazos más fuertes con el resto del país.

La situación ha llegado a un punto sin regreso: sólo una respuesta sensata, insisto, que reconozca valores e historia de los pueblos dentro de nuestro territorio, puede abrir las puertas de la convivencia y permitirá más progreso general.

En estos momentos, la situación es la siguiente: el Gobierno de Rajoy desempolva el artículo 155 de la Constitución y se decide a aplicarlo. Lo anuncia una semana antes de ejecutar sanciones contra las autoridades del Palau.

Don Mariano pone como condición que Carles Puigdemont informe oficialmente que no lo hizo y que no hará la declaración de independencia. Que lo diga clara y explícitamente. No oye más razones que esta.

Después, el diálogo, los matices, los abrazos y las cataplasmas dialécticas.

De lo contrario, si no se respeta la norma legal, Rajoy implementa para:

  1. Cese del president y del resto de los consejeros del Govern
  2. Destitución del mayor Josep Lluís Trapero por violar la ley y no haber cumplido con la orden de evitar las elecciones del 1º de octubre.
  3. Los uniformados que no cumplan con la orden serán acusados de “sedición y rebeldía” porque atentan contra el Estado de Derecho que avala la Unión Europea.
  4. Intervención de los medios de comunicación pública, evidentemente partidarios y publicistas del secesionismo. Por divulgar “lo bien” que se vivirá fuera de España.

Por último, don Mariano estaría dispuesto a que Carles convocara a las urnas siempre y cuando se observen los preceptos normativos que señala nuestra Carta magna.

Ante el rigor de las medidas, el ambiente se torna irrespirable y, de una u otra manera, el problema hace crisis en estos días.

El miércoles 25, una parte de la sociedad se inclinaba porque haya elecciones en un plazo de seis meses. Todo indica que será en enero salvo lo imprevisto, que cada vez hay tomarlo más en cuenta.

El Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT), La Candidatura de Unidad Popular (CUP), Ómnium Cultural, Junts Pel Sí, y Cataluña Sí se Puede (Catalunya Sí que es Pot), siguen enfrentados al Gobierno Central. Todos quieren “salirse” de España; en lo que difieren son las formas en que hay que hacerlo, el tiempo y los métodos a emplear.

Una maravilla de especificaciones que sólo tienden a la división y al odio, al malestar general sin importar el daño que hacen. Se trata de conseguir un fin que es la antítesis de los actuales sistemas de gobierno que proclaman la globalización para progresar.

Esta sinrazón perdurará en el tiempo, yo diría infinitamente; dolorosa para los peninsulares e inconveniente para Europa. Es una necesidad soberbia, sin miramientos, construida para tocar las fibras sentimentales de la gente de bien, de la muchachada que sueña con imponderables, que se cobija entre las sábanas del rencor sin saberlo.

El engranaje está roto y no hay respuesta ni la habrá.

Cuando estalle el polvorín, los estropicios serán múltiples, altamente contaminantes; despertará conciencias ocultas, ahora inmóviles por miedo.

La mayoría silenciosa empieza a vocalizar sus inquietudes y a mostrarse alérgica a los dos bandos. El ruido es tal que impide el descanso de los que buscan la paz por todas partes.

Por si fuera poco, la economía internacional sopesa con cuidado cuanto ocurre y serán las finanzas quienes decidan el porvenir de los españoles.

En Wall Street observan con microscopio el movimiento de las Bolsas de Valores y la salud de los bancos y empresas nacionales.

Ambos serán referentes para tomar decisiones allá en la cumbre donde los países se mueven como súbditos para evitar la merma de los bolsillos engordados por la intolerancia política.

La controversia está viva. El jueves se reunió el Senado, aprobó el artículo y, si no hubo marcha atrás, Puigdemont es “invitado” a presentarse y explicar si se decanta por la independencia o si da fe de su permanencia como Comunidad.

El interlocutor es Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno concede ese privilegio. Pero don Carles tuvo que asistir el jueves y viernes a la sesión del Parlamento. ¿Cómo le hará?.

Sólo una admonición: ¡NO QUEREMOS SOLDADOS EN LA CALLE!