Al hablar sobre la figura del dedazo dentro del sistema político mexicano, Edgar Ortiz Arellano, analista político y catedrático de la UNAM, señala que pese a la existencia de una transición hacia la democracia, el fenómeno del “dedazo” aún se encuentra arraigado en nuestra cultura política, “no hemos aprendido a elegir de manera libre, razonada, colectiva, dialogada, a los candidatos a puestos importantes como el de la Presidencia de la República”.

Precisa que pese a que este método es antidemocrático, sigue siendo funcional para un sistema político en el que los partidos optan por maneras tradicionales que les evitan el desgaste, “son más fáciles y redituables; sin embargo, al estar en medio de una transición a la democracia, este tipo de prácticas hace que dicha transición sea fallida”.

Asevera que, por ello, los partidos deben hacer reformas más profundas en la forma de seleccionar a sus candidatos, para asegurar tanto la democracia en el interior con sus militantes, como la transparencia ante la ciudadanía, pues evitar este tipo de retrocesos en las formas de hacer política ayudaría a que hubiera gobiernos más eficientes y políticas públicas que realmente atiendan los problemas de la población.

Pese a llevar 30 años en una transición democrática —expone—, en el interior de los partidos persiste una regresión autoritaria, “en especial los de mayor presencia en el país siguen eligiendo a sus candidatos de manera autoritaria pues un pequeño grupo de personas o a veces una sola persona es la que decide”.

En el caso del PRI, destaca, es donde se encuentran de manera más acentuada este tipo de regresiones, hay que recordar que cuando ha abierto sus procesos a la militancia, es cuando se fracturó y las derrotas fueron más graves, “para evitar esos errores usan el dedazo, que, aunque no es el método más adecuado para la democracia, sí es el mejor probado para ellos pues les funciona, porque mantiene la unidad partidista y la disciplina que es la característica más sobresaliente del PRI”.

En cuanto a la manera en que se daba anteriormente el dedazo y cómo se dará rumbo a 2018, considera que no habrá ninguna diferencia pues a final de cuentas el presidente va a decidir. “Pese a que escuchará a los diferentes sectores de la sociedad que son influyentes, como los grandes empresarios, las grandes centrales obreras, las estructuras partidistas, los lideres importantes del partido, a final de cuentas la decisión final la tomará él”.

El académico de la UNAM indica que si se analiza la manera en que en los últimos meses el presidente ha hecho ciertos movimientos para darles juego mediático algunos días a un candidato y otros días a otro, resulta fácil darse cuenta de que lo que trata es de regresar a la costumbre del tapado.

“Lo que intenta es tener un margen de maniobra para decidir al final quién será su candidato, además de mantener una gran expectativa e incertidumbre, por lo menos, dentro de toda la clase política priista. Esto demuestra que, pese a que no existe un avance significativo en términos democráticos, en el interior del PRI es una fórmula que les ha funcionado muy bien”.

Las repercusiones de ser el candidato de EPN

A la hora de elegir a su candidato, Ortiz Arellano destaca que Peña Nieto debe considerar varios factores como las posibilidades de ganar de cada uno de los aspirantes en un escenario de alta competencia electoral, en el que se deberá de enfrentar a un López Obrador que lleva 18 años haciendo campaña, a un posible candidato del Frente Ciudadano, o bien, si lo logran, a los candidatos independientes.

Además tendrá que tomar en cuenta que la función de gobierno también afectará la imagen de ese candidato. Por ello, considera que el candidato, además de tener capacidad de competir electoralmente, deberá tener acercamiento con la población, lograr de alguna manera unificar las diferentes corrientes del partido y contar con el consenso y el visto bueno del empresariado mexicano.

Edgar Ortiz Arellano, analista político y catedrático de la UNAM.

En torno al aspecto internacional, explica que el candidato deberá ser bien visto en los diferentes frentes internacionales en los que se mueve el país, reflejar de alguna manera estabilidad económica y política y que sea capaz de resolver los grandes problemas a los que se está enfrentando el país.

Para Ortiz Arellano, el simple hecho de ser el candidato producto del dedazo de Peña Nieto no será algo benéfico para quien resulte elegido: “la percepción en general de la ciudadanía es que será un candidato impuesto por el presidente, lo que lo pondrá en desventaja con respecto a candidatos que pudieran aprovechar la crítica hacia el gobierno para obtener mayores porcentajes de votación”.

Ante tal situación, Ortiz Arellano comenta que el próximo candidato presidencial del PRI deberá desligarse de las políticas públicas que el presidente Peña Nieto realizó, buscar generar autoridad moral a partir de un discurso crítico con respecto al propio gobierno, así como realizar propuestas muy concretas de la manera en que beneficiará en el aspecto económico a las clases más desfavorecidas, así como darles oportunidades a las clases medias.

“Va a tener que identificarse con la población joven que no se siente conectada con la clase política de ningún signo partidista. Lo que implicará un nuevo discurso para decirles a los jóvenes cuáles van a ser sus oportunidades de educación, empleo, superación personal, esperanza de vida. Así de lo que va a hacer en el corto y mediano plazo”.

 

Por descarte, la elección del candidato

Al hablar sobre la forma en que el presidente elegirá al candidato presidencial, Ortiz Arellano señala que en un principio la intención era sacar un candidato por designio, que fuera formado a partir de la estructura gubernamental, “ante las complicaciones que ha tenido el gobierno federal, todo indica que va a ser un candidato por descarte; es decir, un candidato que sea el menos peor, el menos golpeado mediáticamente, el menos vulnerable para los ataques de los diversos partidos”.

“Vamos a ver que quizá no se elija al candidato ideal, sino tal vez al menos peor, al que por alguna circunstancia sea la única opción que le queda al presidente; además hay que recordar que ninguno de los posibles candidatos es un personaje que arrastre a las grandes masas o a la población, como lo fue en su momento el mismo Peña Nieto, incluso como Colosio o como Adolfo López Mateos”.

Respecto a la idea de que el día 27 de noviembre el PRI pueda dar a conocer a sus candidatos para 2018, Ortiz Arellano indica que pese a que ya se ha mencionado el 27 como una fecha cabalística para el tricolor, “conociendo a la clase política priista no va a suceder nada. Es una estrategia más utilizada por el presidente”.

Sin embargo, considera que lo que sí es un hecho es que entre los posibles finalistas para la Presidencia de la República se encuentre José Antonio Meade, “no sé si por decisión del presidente o por lo menos por decisión de la opinión pública. Pero otro que no podemos descartar es Miguel Ángel Osorio Chong, que también es una presencia importante en el interior del partido”.

En cuanto a José Narro, afirma que aunque puede ser un buen candidato para la Ciudad de México, por la autoridad moral con la que cuenta, “independientemente del candidato que ponga el PRI, va a estar muy difícil que logre pasar de la cuarta, y en algunas zonas de la quinta, fuerza a ser la primera o segunda fuerza”.

Ortiz Arellano señala que a pesar de que Aurelio Nuño es un hombre talentoso del circulo cercano del presidente, hay que ver si es viable que sea el coordinador de campaña, pues es necesario ver cuál es la experiencia que pueda tener en campañas.

Los escenarios para el PRI 

Al hablar sobre los posibles escenarios para el tricolor, el catedrático de la UNAM asevera que si el presidente de la república no se equivoca, “tienen una gran oportunidad de repetir en el próximo sexenio. Estamos viendo que los partidos políticos se están fracturando, lo cual es lamentable porque afecta de una u otra manera la democracia y la competitividad electoral, que es fundamental”.

Por un lado, está un partido como Acción Nacional que se fragmenta por sus pugnas intestinas, y por el otro, Morena, en donde si López Obrador no modera su discurso y además pierde el apoyo de la Ciudad de México, se va a enfrentar a un escenario complicado en el cual a pesar de todas las estrategias que aplique será difícil que pueda consolidar un proyecto nacional.

Explica que aunque el tricolor se equivoque a la hora de elegir a su candidato y por lo tanto no logre llegar a la presidencia, lo que si obtendrá será un buen número de escaños en el Congreso de la Unión, tanto en la Cámara de Senadores como en la de Diputados, lo que le permitirá tener un papel muy importante en el próximo sexenio, lo cual será un contrapeso para el que llegue a ganar.