…El Roto viendo a través de un telescopio: “busco un planeta sin banderas”.

Madrid.- Los ex dirigentes de la Generalitat decidieron alargar el proceso de independencia a su manera, fuera del Palau, con videos y declaraciones “cuando convenga” para mantener la ilusión entre sus partidarios. Que son muchos, pero no suficientes.

El gobierno español cita a elecciones para el 21 de diciembre, destituye al president, vicepresident y al resto de consejeros, reemplaza al mayor Josep Lluís Trapero, jefe de los Mossos, por el segundo de a bordo Ferran López, y advierte a los medios de comunicación pública catalanes que deberán modificar su escandaloso partidismo en pro de la secesión.

De no hacerlo, serán destituidos.

También el Parlament está cerrado porque forma parte de las medidas tomadas por el presidente Rajoy con el apoyo legal del artículo 155 de la Constitución.

Durante la semana, Carles Puigdemont se dedicó a posar. Estuvo en Gerona, su ciudad natal, paseó por las calles, entró a los bares y, con su inexpresiva sonrisa, se hizo selfies y fotografías con la gente aquí y allá; hasta con turistas que lo requirieron.

Aprovecha el momento para hacer caja social.

Para el exterior se esfuerza en presentarse como el héroe del separatismo en todos los foros a los que acude en persona o con mensajes prefabricados.

En Europa, las cosas se toman ya como casi resueltas pero falta mucho por hacer y más que unir antes de dar por saldado esta insólita situación.

Los ex trabajan a toda costa por prolongar el espíritu independentista y seguir avanzando; ganar adeptos y conseguir su sinrazón, es su intención.

Algo así como crear la república de Cataluña “en diferido” por decirlo en palabras de doña María de los Dolores de Cospedal y Luis Bárcenas.

Ahora, la Fiscalía estudia las normas institucionales para seguir aplicando el 155 allí donde sea necesario; sigue el suicidio social de muchos separatistas que ven cómo se rompen sus almas y destrozan su entusiasmo.

Mientras tanto, perviven las manifestaciones y habrá muchas más.

En ambos lados se mueve la gente como en un tobogán entre la legalidad y el martirologio. A ver quién gana.

En la plaza de San Jaume de Barcelona se concentran cientos de miles de españoles-catalanes para apuntar la unidad de España y el deseo de que esa Comunidad siga dentro de nuestra geografía. Importante y respetable.

La norma jurídica se aplicó con acierto y serenidad. Don Mariano quiso tranquilizar y tranquilizó. Apostó por fortalecer la convivencia y lo está logrando poco a poco. No ha terminado el problema, los secesionistas siguen ahí pero en su casa, en espera de un futuro que ni ellos mismos saben cuál será.

Han trazado un camino para recorrerlo en tiempos venideros con el propósito de llegar a la meta esperada que no es más que una utopía. Mejor les valdría aceptar la realidad y comportarse de acuerdo a las circunstancias.

Un poco en la sombra, la alcaldesa Ada Colau participa en conferencias de prensa y vuelve a mostrar una doble posición. Procura evitar cualquier ataque al independentismo pero asegura, sin decirlo claramente, que no es independentista. Navegar en esas aguas no sólo es difícil sino incongruente.

Los días se suceden y las sombras y las luces van y vienen.

Lo único claro en este asunto clarísimo es que nunca supimos con claridad si el ex jefe de la Generalitat declaró o no la independencia de Cataluña. En esto todos estamos de acuerdo. Mucho más el Estado al que no hay mucho que reprochar si no es por su conduzca en los últimos cinco años.

Entonces no apagó el entusiasmo de quienes querían “ser libres” fuera de España y tampoco pudo explicar por qué es conveniente permanecer dentro de nuestra geografía. Como siempre, Rajoy mantuvo el inmovilismo y permitió que la política se entrometiera en este asunto de Estado. Mal hizo.

Dio alas a cínicos y entusiastas, abrió senderos, construyó avenidas para que transitara un futuro inalcanzable. Minimizó parte del Estatut aprobado en tiempos de Rodríguez Zapatero y no previó lo que se venía encima.

Sus ministros echaron combustible a la hoguera; para eliminar el “process”, utilizaron a funcionarios romos, sin sensibilidad, — fogosos defensores del lábaro patrio – que ennegrecieron el ambiente hasta hacerlo irrespirable.

Nuestra señora La Soberbia volvió al escenario con bríos renovados. En su nombre y en el transcurso de los años, tuvimos que escuchar estupefactos a José Ignacio Wert, entonces ministro de Educación, que en su día encontró la frase más inapropiada. Erudito él, despertó la inteligencia de sus compañeros de viaje: “tenemos que españolizar a los catalanes…”

Ahora, sin hacer ruido, modositos y aplicados a su tarea, los secretarios de los ministerios empiezan a llegar al Palau para tomar el mando y reanudar los trabajos en esa Comunidad.

El tren unitario desenmohece los raíles de la convivencia y se dispone a continuar el trayecto de esta nación maltratada.

No olvidemos, advierte Oriol Junqueras: “en los próximos días tendremos que tomar decisiones no siempre fáciles de entender…”

Amenaza porque hay un plan elaborado para conseguir que la nación se desgarre.