El rey Shahriar había descubierto la infidelidad de su esposa, de la esposa de su hermano y hasta de la pareja del genio. Las mujeres lo habían decepcionado, pero el sexo seguía siendo imprescindible en su lecho. Transcribo el inicio del Libro de las mil y una noches en la versión de “Clásico para hoy”:

Y desde entonces solía Shahriar tomar esposa virgen y, cuando le arrebataba su virginidad, la mataba aquella misma noche sin aguardar a la mañana. Y no dejó de hacerlo así por espacio de tres años seguidos, hasta que al fin empezó a clamar la gente y a huir de la ciudad llevándose a sus hijas, hasta no quedar allí ninguna mocita virgen. Visto lo cual, ordenó Shahriar a su visir le buscase una muchacha que fuese doncella y se la llevase para hacer según su costumbre con ella. Salió pues el visir y buscó, pero ninguna mocita encontró, y se volvió a su casa, airado y temeroso por su alma, a causa de su soberano.

Pero tenía el visir dos hijas dotadas de belleza y hermosura y gentileza y garbo y de cuerpos bien formados. Llamábase la mayor Shahrazad y la menor Duniazad. Y había la mayor leído libros e historias relacionadas con los pueblos antiguos y los reyes pasados y los poetas afamados. Y fue Shahrazad y le dijo a su padre…

—¡Por Dios, padre mío! Cásame con el rey y a fe que moriré o serviré de rescate a las hijas de los musulmanes y las libraré de entre sus manos… No hay más remedio sino que he de hacer lo que pienso.

Equipola, pues, el padre y subió luego a donde el rey Shahriar. He aquí que Shahrazad hiciera testamento en favor de su hermana menor Duniazad y le dijo:

—Cuando yo vaya con el rey te mandaré llamar y, luego que allí estés y veas que el sultán ya despachó su asunto conmigo, me dirás: “Cuéntanos una historia, hermana, para que nos entretenga la velada”. Yo, entonces, te contaré un cuento en el que se cifrará, si Dios quiere, la salvación de todas las mujeres.

Luego que su padre el visir subió con su hija al rey, al querer este entrar a ella, echóse a llorar la muchacha con gran pena. El rey le preguntó:

—¿Qué te pasa?

Ella le contestó:

—Has de saber, oh rey, que tengo una hermana pequeña y querría despedirme de ella.

Mandó entonces el rey por Duniazad y vino esta a ver a su hermana y se abrazó a ella y se sentó al pie del trono, a su vera. Levantóse luego el rey y entró a Shahrazad y la despojó de su virginidad, después de lo cual ambos se sentaron y se pusieron a conversar.

La hermana menor díjole a Shahrazad:

—¡Por Dios, hermana! Cuéntanos un cuento que nos entretenga la velada.

A lo que contestó la hermana:

—Con alma y vida lo haré al instante, si me da la venia este monarca galante.

Al oír esas palabras, el rey, que no tenía sueño, holgóse de escuchar un cuento y dio su venia, sin impedimento.

Y la primera noche dijo Shahrazad…

Novedades en la mesa

El ensayo de Phillippe Ollé-Laprune, Los escritores vagabundos (Tusquets), lleva al lector a recorrer las páginas literarias de trotamundos como Hemingway, Pound, Lowry, Zweig, entre otros.