En una adaptación del dicho popular que todos conocemos, a la Secretaría de Hacienda y a su titular el precandidato Meade podría decírseles dime en qué gastas y te diré quién eres. En el proyecto de presupuesto presentado por esa Secretaría al Congreso hay varios aspectos que es importante destacar. Para empezar, por el lado de los ingresos, hay que recordar que al principio de la administración de Peña Nieto se elevó mínimamente, en no más de dos puntos porcentuales, la tasa del impuesto sobre la renta, aplicable a quienes tienen los ingresos más altos en el país. En ese momento, los empresarios, o sea los más ricos, que se sintieron afectados, armaron un escándalo y rápidamente el gobierno los atendió y en 2014 se comprometió a que no volvería a aumentar impuestos ni a crear nuevos. Compromiso que ha cumplido rigurosamente y por lo tanto en el proyecto de ingresos para 2018 no ha recurrido, ni siquiera por la emergencia de los sismos, a tocar con el pétalo de una rosa los ingresos de los empresarios. Por otro lado, ya se sabe que gozan de numerosas exenciones y que en los últimos años las devoluciones de impuestos a las empresas han sido por cantidades millonarias.
En el lado de los egresos, el reparto también es desigual y castiga nuevamente el gasto social. En este aspecto para refrescar la memoria hay que decir que también desde 2014, Hacienda ha aplicado una política de grandes recortes. En ese año, empezó con uno por 4 mil millones, otro en 2015 (124 mil millones), en 2016 (221 mil millones primero y luego otros 132 mil millones). Y para este 2017 se programó un nuevo recorte por nada menos que 228,600 millones de pesos. Sumados, los recortes nos dan un total de 709,600 millones de pesos. Se trata ya de una magna reducción del gasto público, que se refleja en un sentido general en el estancamiento de la economía.
En abril de 2017 se anunció que para 2018 habría un nuevo recorte por 43,800 millones de pesos. Sin embargo, según el proyecto de Hacienda, la reducción en el presupuesto total, si se compara lo que se estima que será el gasto total al cierre de este año, con lo que se programa para el 2018, la reducción solo sería de 11,200 millones. Pero en cuanto se analiza el desglose, se nota que en realidad lo que sucede es que en lo que se llama el gasto programable, esto es, el que se dedica a las distintas secretarías para que ejerzan sus funciones y presten los servicios, hay un descenso mucho más drástico, pues este gasto disminuye en 90 mil millones de pesos. Ese contraste se explica porque lo que se llama el gasto no programable aumenta en 78,900 millones de pesos; y de ese aumento, el costo financiero, es decir, lo que tiene que pagar el Estado por la abultada deuda pública, se lleva la mayor parte, pues este año pagará nada menos que 663,500 millones de pesos, lo que representa un aumento de 58,800 millones de pesos, respecto de lo que se estima que importará el costo financiero de 2017.
Si atendemos los distintos rubros a los que se dedica el gasto público, vale la pena subrayar que nuevamente se castiga educación, donde se disminuyen 5 mil millones de pesos, y salud que contará con 5,700 millones de pesos menos. Un poco más de este recorte se dedica en cambio a aumentar el presupuesto de la Secretaría de la Defensa, a la que se aumentará su presupuesto en 8,300 millones de pesos y a la Secretaría de Marina que recibirá un incremento de 3,700 millones, o sea 12 mil millones de aumento a estas dos secretarías.
Como en los pasados recortes, los otros dos sectores más afectados son la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural y Alimentación a la que le disminuye el gasto en 9,700 millones de pesos, y Pemex, que sufrirá un nuevo recorte por 18,800 millones de pesos.
Los presupuestos revelan, pues, a quiénes se favorece y a quienes se castiga, y por lo tanto dejan ver las prioridades de Hacienda y de la actual administración.