¿Cómo renegociar cultura y comunicaciones dentro del NAFTA?/VIII-IX

Durante el proceso de renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, además de los acuerdos formales visibles que se plasmaron, también se establecieron distintos pactos indirectos que trastocaran medularmente la operación del modelo de comunicación y cultura para los próximos años en México. Dentro de las principales repercusiones indirectas que se ocasionaran, destacan las siguientes:

  1. Derivado del modelo dominante de comunicación-mercado que se impuso en México con la aplicación del NAFTA para la operación de las industrias culturales, especialmente electrónicas; los públicos de estas empresas continuarán siendo concebidas y tratadas desde la lógica del mercado y del poder como simples receptores pasivos que deben consumir o asimilar mensajes mediáticos de diversa índole (comerciales, políticos, institucionales, etc.) para asegurar los intereses de los emisores más fuertes, pero sin contar con capacidad de acción comunicativa para responder ante los mismos generando sus propios mensajes para la sociedad.

Este prototipo dominante de tratamiento encapsulado de los auditorios por el patrón comercial del aparato mediático privado predominante ocasionará que las diversas audiencias de los medios electrónicos de difusión colectivos solo sean consideradas calculadamente bajo dos ópticas pragmáticas: por un lado, desde las necesidades de reproducción del sistema económico; y por otro lado, desde la perspectiva política electoral de evolución del país.

De esta manera, el tradicional modelo privado y público del aparato mediático creará la gerencia electrónica colectiva que continuará transformando a la población en consumidores cautivos; y a los ciudadanos en espectadores pasivos de la producción informativa cotidiana para fortalecer al proceso económico y político del país. Será el triunfo significativo de la mercadotecnia fenicia de los medios masivos sobre la necesidad estratégica de la sociedad para edificar la ciudadanización de la comunicación colectiva en México.

Es este sentido, bajo cualquiera de las dos perspectivas anteriores, la económica o la política, los ciudadanos, los grupos emergentes o la sociedad civil organizada de principios del tercer milenio en la república mexicana, permanecerá siendo una comunidad receptora y no emisora de mensajes. Las únicas excepciones de participación de la ciudadanía en los medios de información colectivos surgirán cuando alguno de estos sectores, por determinadas circunstancias excepcionales, se conviertan en “noticia sorpresiva”, o en “objetos simbólicos” coyunturales, difundiéndose por los medios como las mercancías informativas del momento que puedan elevar el rating comercial de las empresas informativas y desaparecerán de las pantallas o diales cuando dejen de ser atractivas para los televidentes, sin contar con garantías jurídicas para continuar participando en dichos espacios cuando ellos lo requieran con el fin de elaborar su propia opinión pública en el espacio público mediático del país.

Así, en el ámbito de la comunicación colectiva durante varias décadas asistiremos en México a la presencia de un Estado fallido que se caracterizará por no defender comunicativamente a los ciudadanos convertidos en audiencias subordinadas, sin garantías comunicativas; y protegerá los intereses de expansión de los grandes monopolios informativos que se consolidarán en el país con el fortalecimiento del proceso de globalización del país a través del Tratado de Libre Comercio.

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