Mientras en España se escenifica un desafío independentista, en el país vecino, Portugal, una coalición de izquierda que incluye a comunistas, gobierna desde hace casi dos años y al parecer no lo hace tan mal, pues poco aparece en los medios sobre su gestión, lo cual llama la atención, sobre todo porque es un gobierno de izquierda que nació de la crisis estructural del sistema.

Portugal, junto con España, Italia, Grecia e Irlanda, recibieron el nombre peyorativo de PIGS (cerdos en inglés) en 2011, por parte de los medios especializados en economía en el viejo continente, principalmente los anglosajones. Con ello se etiquetaba a los países de la Unión Europea,  con severos problemas de déficit y en la balanza de pagos, es decir los pobres del bloque europeo.

Los efectos de la crisis se conocen ampliamente, pero vale la pena recordar que en julio del 2015 en Grecia se llevó a cabo un referéndum, no de índole nacionalista como ahora el de Cataluña, sino acerca de aceptar o no las políticas de austeridad impuestas por la Troika (Union Europea, Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional). De nada sirvió el referéndum, el rechazo mayoritario a las medidas 61 por ciento en contra, no doblegó las políticas fiscales y Grecia fue obligado a aceptar las duras condiciones.

En noviembre de ese año, en Portugal, llegó al poder el primer ministro socialista Antonio Costa, gracias a una alianza entre la izquierda portuguesa, que incluyó al Partido Socialista, el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda. Los portugueses desde 2011 hasta 2014 habían aplicado al pie de la letra las recetas de la Troika, pero su crecimiento seguía siendo nulo y el desempleo aumentó hasta el 15 por ciento.

La coalición de izquierda llegó al poder prometiendo acabar con las políticas de austeridad a rajatabla. Detener los recortes salariales, jornada laboral de 35 horas semanales, impuesto a las viviendas de lujo ( más de 500 mil euros), reactivación de la inversión interna para activar la economía. Nada del otro mundo, sólo medidas razonables que buscan reducir el golpeo neoliberal sobre las mayorías. El resultado, el desempleo ha bajado al 7 por ciento y el aumento de las exportaciones ha crecido un seis por ciento.

Según las encuestas, este gobierno de izquierda goza de popularidad y saca más de diez puntos porcentuales a sus rivales. No, no es un régimen socialista, ni mucho menos, es una coalición de gente de izquierda que ejerce el poder en medio de una vorágine neoliberal, pero que busca abrir opciones reales ahí donde antes solo había derecha o si acaso socialdemocracia.

Qué pasaría si en los otros países pobres de Europa la izquierda fuera capaz de acceder al poder en coaliciones parecidas y que, incluso, pudieran ocupar sitios estratégicos en la Unión Europea.  No parece ser el caso, en la mayoría de países la izquierda sigue perdida en su canibalismo, poniendo etiquetas (reformista, gradualista), y mostrándose incapaz de llegar a pactos precisos que los lleven al poder. Quizá por ello, el accionar de la izquierda portuguesa no figura en los medios, ni en aquellos que se dicen de izquierda.