Tras el destape, el 27 de noviembre del aspirante del PRI a la Presidencia de la República, comenzó el intercambio de fintas entre los primeros rivales que se suben al ring electoral y que se podrían convertir en los punteros de la elección de 2018: Andrés Manuel López Obrador y José Antonio Meade.

Mientras Meade se concentraba en pedir el apoyo de los principales sectores del PRI, López Obrador desaprobaba el trabajo realizado por el exsecretario de Hacienda. Un día después advirtió que la mafia del poder buscará imponer a su candidato, “ahora quieren a otro pelele, a este señor Meade, pues ya no, ahora va a ser el pueblo quien va a elegir al próximo presidente de México. Ya no más títeres”.

En tanto, Meade consideró que pese a que López Obrador tiene un diagnóstico correcto de los retos que enfrenta México, lo único que ofrece son soluciones viejas, “el diagnóstico de muchos de los retos que apunta son correctos, pero en la forma de resolverlos no se ve nada, los planteamientos todos son viejos”.

Para el analista político y catedrático universitario José Antonio Crespo, autor del libro 2018: ¿AMLO presidente?, en el que hace una reflexión, análisis y evaluación sobre el proyecto del tabasqueño, dice que ambos perfiles “son totalmente opuestos en materia de proyectos, programas y personalidad”.

El analista político explica que con la candidatura de Meade, el tricolor busca atraer a quienes no les gusta el proyecto de López Obrador, “no sólo a priistas, sino también a los de afuera. Buscan que el exsecretario de Hacienda sea una opción más, sobre todo cuando su fuerza es justamente que no es del PRI”.

“Seguramente Peña Nieto —agrega el también articulista de El Universal— calculó que el PRI está desprestigiado, tiene un gobierno con bajos índices de popularidad, así que había que tener un candidato no priista que diera confianza. Con cierto manejo económico, que atrajera sobre todo a los que no quieren regresar al modelo previo a 1982, que es lo que representa López Obrador”.

Explica que al hacerse un análisis del proyecto del morenista, uno puede encontrar que López Obrador culpa al neoliberalismo de casi todos los problemas que aquejan el país, por lo que asegura que anteriormente las cosas marchaban mejor, de ahí sus propuestas de regresar a lo que había antes de 1982, que se llamaba nacionalismo revolucionario; sin embargo, “muchos lopezobradoristas no lo saben. Creen que están proponiendo algo distinto hacia delante y no una regresión”.

Crespo considera que aunque existen muchas diferencias entre el precandidato del PRI y el de Morena, hay una coincidencia que a la vez se convertirá en una ventaja para ambos: el hecho de que no se han enriquecido personalmente, pese a que han avalado actos de corrupción.

Precisa que “Meade es un hombre que además de su experiencia en materia económica, cuenta con un expediente personal no tan sucio. Aunque seguramente avaló actos de corrupción en las distintas secretarías en las que estuvo al frente, no se sabe que se haya enriquecido personalmente”.

“Lo mismo sucede —agrega— con Andrés Manuel quien ha avalado actos de corrupción de los que luego se ha deslindado, defiende a personajes corruptos, jala a gente corrupta en su partido, pero no se le ha podido comprobar que se haya enriquecido personalmente”.

Los proyectos

Respecto al proyecto social que se supone es la bandera de López Obrador, el analista considera que será un aspecto que deberá trabajar más el candidato priista para poder convencer, “Meade deberá hacer mejores ofertas dentro de este modelo de gobierno que permitan una mejor distribución del ingreso y con las que se pueda ayudar con bases firmes a todos los sectores”.

Mientras tanto, explica que pese a que López Obrador siempre ha manejado este aspecto para ganarse la simpatía de la gente, el problema es que el tabasqueño lo que está proponiendo es un modelo escandinavo, “no es Venezuela o Cuba, sino los países escandinavos. Aunque es un modelo que sería bueno seguir, en materia económica, política, derechos humanos, democracia, la duda es cómo lo va a lograr si todos los escandinavos pagan impuestos de más del 50 por ciento”.

Señala que aunque el líder de Morena dice que el dinero para su proyecto social saldrá de los 500 mil millones de pesos que rescatará al erradicar la corrupción; sin embargo, “los planteamientos que hace no son muy sólidos. Una cosa es prometer y otra cumplir, pero si no tienes el dinero para cumplir pues nos vamos a quedar igual y más cuando no quieres recurrir a dinero mal sano que es el  endeudamiento.

“Allá también combatieron la corrupción al grado de ser los países menos corruptos y pese a ello tienen que cobrar impuestos a todos para cubrir los problemas sociales. Así que no es solamente combatir la corrupción, sino elevar los impuestos”.

Crespo asevera que en cuanto al combate a la corrupción, uno de los problemas de López Obrador es que únicamente se maneja por premisas fantasiosas como el hecho de pensar que si el presidente es honesto, todos los funcionarios serán iguales, “cuando uno analiza cómo piensa llevar a cabo lo que dice, te das cuenta que sus propuestas no funcionan”.

Al ser la corrupción el mayor problema que afecta el país, Crespo considera que aunque Meade le dará continuidad a las políticas públicas actuales, deberá de analizar lo que no está funcionando, a partir de ahí, hacer algunos cambios, “debe hacer ajustes y cambios para hacer este modelo más atractivo, sin echar a la basura el proyecto en el que ha trabajado. Tiene que ver cómo quitar los privilegios, reducir la corrupción y enfrentar la seguridad”.

Meade le apuesta a la sensatez

De acuerdo a Crespo, pese a que el precandidato priista no es un político de plazas, con el suficiente carisma que se necesita, la apuesta es su sensatez, “muchos grupos que le tienen miedo a López Obrador y su proyecto se irán con Meade pues le apostarán a que es más sensato en materia económica pues representará un modelo en el que muchos creen; mientras que con López Obrador sería regresar al echeverrismo o al viejo PRI”.

Otra apuesta del PRI, asegura, es que la disciplina al interior del partido funcione, aunque recuerda que una cosa son las cúpulas de los partidos, que fueron las que recibieron al precandidato en su primer día de recorrido, a las cuales se les disciplina desde arriba. “Otra cosa son los votantes y los militantes a los que no sabemos si les convenza más Meade o López Obrador”.

En este sentido, advierte que el voto pro PRI sólo permanece cuando su candidato puede ganar, “como fue el caso de Peña, ahí incluso los nacionalistas revolucionarios votaron por él, pues sabían que iban a ganar. Pero cuando el candidato del PRI no tiene oportunidad de ganar, como en 2006, entonces muchos priistas se fueron con López Obrador”.

“Meade —señala— tiene posibilidad de ganar si el voto priista se queda con él. Por eso su primer paso al anunciar su candidatura fue salir a pedir el apoyo de todos los sectores. Indudablemente lo más difícil será conseguir los votos de casa, pues el de afuera ya lo tiene”.

El problema, dice, es que a Meade lo que más le pesa es el sello del PRI, así como la baja popularidad de Peña Nieto, pues son dos cosas que van de la mano, “si Meade hubiera sido el candidato del Frente, ahí sí hubiera tenido todas las ventajas”.

 

El voto apartidista será definitivo

Ante la pregunta sobre quién le teme a quién, el analista político indica que ambos se temen por igual, pues saben que el otro le puede ganar, “aunque piensan que pueden ganar, también está presente la posibilidad de que el otro le pueda ganar. Los dos se temen, así que van a hacer lo que sea necesario para ganarle al otro”.

Crespo explica que el PRI no puede dejar a un lado que López Obrador cuenta con una base de 30 y 32 puntos; sin embargo, explica que aún puede recibir más votos útiles, “en caso de no concretarse el Frente habrá perredistas que a la hora de elegir se identifiquen más con Obrador, lo mismo podrá suceder con algunos priistas. Si esto sucede, Obrador podría alcanzar entre un 32 y un 35 por ciento del voto, con lo cual, el tabasqueño podría conseguir ganar”.

Asevera que aunque el voto útil será definitivo en esta elección, el voto apartidista será el que la definirá, “la manera en que se defina el 80 por ciento del antipriismo y el 65 por ciento del antiobradorismo, será fundamental. Aunque muchos anularán su voto, otros se tendrán que decidir por el perfil que menos peor les parezca. Eso es lo que puede definir”.

Crespo señala que pese a que en el 2006 también fue una pelea muy dura entre López Obrador y el PAN, en la que al igual que ahora estaban presentes proyectos distintos, la diferencia es que en 2018 todo indica que nuevamente López Obrador se enfrentará con un antiguo rival: el PRI.