Sí, ya se que es inútil. El Sistema ya decidió quién gobernará el país el próximo sexenio y todos los mexicanos sabemos que en México no se equivocan ni pueden equivocarse dos realidades: Dios y el Sistema. Aunque no sabemos cómo es justamente Dios, lo sabemos omnipotente, eterno y con un aspecto de persona mayor, alto, barbado y según lo representó Miguel Ángel en “la force de l’age”.

El Sistema es algo también difícil de explicar. No sobemos exactamente quiénes lo forman aunque suponemos que algo tiene que decir el presidente en turno así como los sobrevivientes.

Seguramente habrá super-asesores, todos ellos calificadísimos, “grandes electores” como en tiempo de los Habsburgo y todos ellos seres de gran sensibilidad que traducen y concretan los deseos multitudinarios de “las fuerzas vivas” (algo igual de misterioso) y coinciden todos en el “nombre” mágico que es por supuesto el Único, Absoluto e  Insubstituible para llevar adelante las políticas “emanadas de la Revolución”.

Claro que el Único tiene un perfil adecuado: ayuda ser cuando menos criollo, educado desde un principio en excelentes centros educativos extranjeros (desde la primaria en el MIT sería de lo más conveniente). Tener experiencia administrativa en el gobierno federal (el partido es lo de menos), no importa que no sepa de esa vulgaridad que son las luchas electorales como el que no haya compartido esas pequeñas experiencias mexicanas como el haber viajado en camión o vérselas difíciles para librar el fin del mes.

Ser capitalino también ayuda y si no se es aristócrata (sería mucho pedir) sí se de buenas familias nice de nuestra floreciente burguesía. Y el nombre, claro el nombre porque un simple Pedro Pérez o Juan Hernández pues no más no. Casado, heterosexual y sobre todo “de fina estampa”, como dice Dolores Pradera.

Así que frente a ese perfil mis candidatos simplemente no la hacen Uno de ellos, imagínense no solamente no es criollo y hasta un poco inglés sino indio y de una de esas etnias de región eternamente subdesarrolladas y conflictivas. Su educación formal, un desastre, mala escuela municipal y luego discípulo de un cura, ¡válgame Dios!, seminarista que al final se recibe de leguleyo en una universidad de provincia.

Luego se mete a la grilla en donde es, para decirlo suavemente, un conflictivo, afiliado a un partido de lo más rojillo, cuando llega a un puesto de elección resulta un administrador prudente y ahorrativo, la vida política lo trae literalmente de Herodes a Pilatos y se confirma en el poder gracias a que 50 mil muertitos se han sacrificado por sus ideas. Porque tiene ideas.

No habla inglés bien aunque anduvo de bracero pero sí latín que no sirve para nada. No tiene la menor idea de la economía neoliberal, aunque hay que confesar que el sí era un liberal y de los peores y hasta peleonero con los curas que no lo querían mucho que digamos.

Me temo que no era simpático sino que tendía a lo solemne. Eso sí, terco como una mula y nada sabía del manejo de los medios. Malo para el business, nunca acumuló más de 150 mil pesos. Se llama, claro, Pablo Benito Juárez García y si se lanzara creo que lo derrotaría hasta la Calderona