Issac Asimov (2 de enero de 1920-6 de abril de 1992) tenía 18 años cuando publicó su primer cuento, “Varados frente a Vesta”, el tercero que escribía. Cuando murió, a los 72 años de edad, había publicado más de 500 libros, la mayoría relatos y novelas, no todos de ciencia ficción, su veta más conocida. De esa montaña de papel, es quizá la serie de cuentos Yo, robot, publicada en 1950, la que le aseguró la inmortalidad literaria. El volumen inicia con un epígrafe:
Las tres leyes robóticas. 1) Un robot no debe dañar a un ser humano, o por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. 2) Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera ley. 3) Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda leyes (Manual de robótica, 56ª edición, año 2058).
Introducción. He revisado mis notas y no me gustan. He pasado tres días en los U. S. Robots y lo mismo hubiera podido pasarlos en casa con la Enciclopedia Telúrica.
Susan Calvin había nacido en 1982, dicen, por lo cual tendrá ahora setenta y cinco años. Esto lo sabe todo el mundo. Con bastante aproximación, la “U.S. Robots & Mecanical Men Inc” tiene también setenta y cinco años, ya que fue el año del nacimiento de la doctora Calvin cuando Lawrence Robertson sentó las bases de lo que tenía que llegar a ser la más extraña y gigantesca industria en la historia del hombre. Bien, esto lo sabe también todo el mundo.
A la edad de veinte años, Susan Calvin formó parte de la comisión investigadora psicomatemática ante la cual el doctor Alfred Lanning, de la U. S. Robots, presentó el primer robot móvil equipado con voz. Era un robot grande, basto, sin la menor belleza, que olía a aceite de máquina y destinado a las proyectadas minas de mercurio. Pero podía hablar y razonar […] Se graduó en la Universidad de Columbia en el año 2003, y empezó a dedicarse a la cibernética […]
—Quisiera saber algo de lo que pueda usted contarnos, saber su opinión sobre los robots […]
—Tomemos el caso de Robbie —dijo—. No lo conocí. Fue desguazado el año anterior a mi entrada en la compañía; era muy atrasado. Pero vi a la muchacha en el museo […] y cuando nos llamaban blasfemos y creadores de demonios siempre me acordaba de él. Robbie era un robot sin vocalización. No podía hablar. Fue fabricado y vendido en 1996. Eran días anteriores a la extrema especialización, de manera que fue vendido como niñera…
Novedades en la mesa
Conviene tener un sitio adonde ir (Anagrama) de Emmanuel Carrére, con 30 textos periodísticos y ensayos literarios; El rostro de piedra (Era) de Eduardo Antonio Parra, una nueva mirada a la vida de Benito Juárez, y Asesinato en el parque Sinaloa (Random House), una nueva aventura del Zurdo Mendieta en la pluma de Élmer Mendoza.