El calendario literario mexicano inicia el 1 de enero con el natalicio de Mariano Azuela (Lagos de Moreno, Jalisco, 1873-Ciudad de México, 1952), considerado el iniciador de la novela de la Revolución Mexicana con su obra Los de abajo, basada en sus experiencias con el general Francisco Villa. Aquí las primeras líneas:
—Te digo que no es un animal… Oye cómo ladra el Palomo… Debe ser algún cristiano…
La mujer fijaba sus pupilas en la oscuridad de la sierra.
—¿Y que fueran siendo federales? —repuso un hombre que, en cuclillas, yantaba en un rincón, una cazuela en la diestra y tres tortillas en taco en la otra mano.
La mujer no le contestó; sus sentidos estaban puestos fuera de la casuca. Se oyó un ruido de pesuñas en el pedregal cercano, y el Palomo ladró con más rabia.
—Sería bueno que por sí o por no te escondieras, Demetrio.
El hombre, sin alterarse, acabó de comer; se acercó un cántaro y, levantándolo a dos manos, bebió agua a borbotones. Luego se puso en pie.
—Tu rifle está debajo del petate —pronunció ella en voz muy baja […]
El Palomo, enfurecido, había saltado la cerca del corral. De pronto se oyó un disparo, el perro lanzó un gemido sordo y no ladró más.
Unos hombres a caballo llegaron vociferando y maldiciendo. Dos se apearon y otro quedó cuidando las bestias.
—¡Mujeres…, algo de cenar!… Blanquillos, leche, frijoles, lo que tengan, que venimos muertos de hambre […]
—¡Hombres malvados, me han matado mi perro!… ¿Qué les debía ni qué les comía mi pobrecito Palomo?
La mujer entró llevando a rastras el perro, muy blanco y muy gordo, con los ojos claros ya y el cuerpo suelto […]
—Señora, ¿cómo se llama este ranchito? —preguntó el sargento.
—Limón —contestó hosca la mujer, ya soplando las brasas del fogón y arrimando leña.
—¿Conque aquí es Limón?… ¡La tierra del famoso Demetrio Macías!… ¿Lo oye, mi teniente? Estamos en Limón […]
—Usted ha de conocer al bandido ese, señora… Yo estuve junto con él en la Penitenciaría de Escobedo.
—Sargento, tráeme una botella de tequila; he decidido pasar la noche en amable compañía con esta morenita… ¿El coronel?… ¿Qué me hablas tú del coronel a estas horas?… ¡Que vaya mucho a…! Y si se enoja, pa mí… ¡plin!… Oye, chatita, deja a mi sargento que fría los blanquillos y caliente las gordas; tú ven acá conmigo. Mira, esta carterita apretada de billetes es sólo para ti. Es mi gusto… Sargento, mi botella, mi botella de tequila. Chata, estás muy lejos; arrímate a echar un trago. ¿Cómo que no?… ¿Le tienes miedo a tu… marido… o lo que sea?… Si está metido en algún agujero dile que salga…, pa mí ¡plin!… Te aseguro que las ratas no me estorban.
Una silueta blanca llenó de pronto la boca oscura de la puerta.
—¡Demetrio Macías! —exclamó el sargento despavorido, dando unos pasos atrás.
El teniente se puso de pie y enmudeció, quedose frío e inmóvil como una estatua.
—¡Mátalos! —exclamó la mujer con la garganta seca.
Novedades en la mesa
El último apaga la luz (Lumen), la antología poética del centenario chileno Nicanor Parra, seleccionada por Matías Rivas.