El 1 de enero de 1818, hace doscientos años, se publicó una novela, Frankenstein o el moderno Prometeo —con un tiraje de 500 ejemplares—, que daría inicio a una leyenda de la historia de célebres monstruos del siglo XIX. Había pasado poco menos de dos años de la reunión de poetas románticos, en el verano —sorpresivamente frío, como un invierno adelantando— de 1816, en un hotel a orillas del lago suizo Lemán, en la que Lord Byron retó a sus amigos a escribir una historia de terror.

En el grupo se encontraba Mary W. Shelley, una adolescente aún que había escapado con su amante, el poeta Percy B. Shelley. Con él, Mary crearía la pareja mítica romántica a la que perseguiría el escándalo. Pero, ¿quién era Mary W. Shelley?

Hija del novelista y filósofo rebelde William Godwin (1756-1836), que ha sido señalado como “el primer anarquista” por sus puntos de vista. Contradictoriamente, se casó, él que se había mofado del contrato matrimonial, con la madre de Mary, una escritora y feminista, Mary Wollstonecraft (1759-1797). Ésta tuvo varios intentos de suicidio y por lo que se sabe le fue mal en el amor con sus hombres. Se dice que para distraerse durante las contracciones leía El joven Werther (otro suicida), de Goethe. Muere después del nacimiento de su hija Mary.

El papel de la ciencia.

Personaje solitario

De modo que Mary W. Shelley (Londres, 1797-1851) vivió huérfana de madre y no muy atendida emocionalmente por su padre y su madrastra. Llama la atención de que su creación, Frankenstein, es un personaje que sufre también la orfandad ya que fue creado en la mesa de operaciones del Dr. Víctor Frankenstein. Éste es un científico que tiene la buena intención de arrebatarle vida a la muerte, como es el cometido médico particular y de la ciencia en general. Pero en el camino se transforma esta investigación, no pocas veces, en algo monstruoso no previsto de ninguna manera.

Dado el éxito de lectores que se dio desde que se publicó por primera vez, le han buscado esposas e hijas, etcétera. Pero ya no es lo mismo. En la novela original de Shelley, hay que recordar que tenía solo 18 años cuando la concibió, el personaje padece una soledad imposible de resolver. Probablemente, Shelley se desdobló en su obra y vertió sus sufrimientos en Frankenstein. Cuando el monstruo intenta acercarse a la comunidad, es rechazado con violencia. Es diferente, horrible más bien, y provoca el miedo que él recibe como una amenaza. La primera víctima fue Frankenstein, aunque la gente que lo rodea tiene sus razones para huir de él. El monstruo se rebela, empujado por esta desesperación por ser como los otros, por tener lo que tienen los demás, según lo ve o lo supone: el amor de una mujer, la familia y la amistad de sus semejantes.

A los 18 años escribe la novela.

Empieza la ciencia ficción

Así es, Frankenstein es relegado y aun violentado en sus derechos más mínimos de ser vivo. Mary W. Shelley nos presentó la soledad propia de los monstruos, que es la de los fantasmas y de todos los seres que no encuentran su lugar en el mundo. Y trasciende porque esta soledad trágica no es solo de un monstruo llamado Frankenstein, sino la que cualquiera de nosotros podemos sufrir en nuestras propias vidas. Es tal su resentimiento que se vuelve en contra de su creador, el Dr. Frankenstein, cuando este se niega a hacerle el milagro de darle una compañía adecuada, una mujer como él. “…vos sois mi creador pero, ahora, yo soy vuestro dueño”, le increpa; “…vos tenéis el poder de frustrarme para siempre, pero yo tengo la venganza…”; “¡Temedme! Yo no siento miedo y, por lo tanto, soy poderoso”.

Frankenstein, extraviado en lo absurdo de su existencia, es digno de compasión, antes de convertirse en una amenaza para los otros.

Mary W. Shelley no lo supo, pero con este célebre libro dio inicio a las novelas de ciencia ficción. Más que de terror, es una historia donde se discute el papel de la ciencia y, paralelamente, el de la humanidad, que van de la mano. La solución de la novela se da en y por la ciencia, no es sobrenatural. Es el terror a lo que pueda hacer la humanidad con su ciencia y con ella misma. Un ejemplo actual, la amenaza nuclear.

 

Frankenstein o el moderno Prometeo es una demostración de la realidad.

Larga lista de adaptaciones

Frankenstein, en 1823, fue adaptada para la English Opera House con el título de “Presunción o el destino de Frankenstein”. Mary, junto con su padre William Godwin, asistió a la noche del estreno. A partir de entonces la lista de adaptaciones para teatro es muy larga, pero lo es más la de las cintas cinematográficas que se ocuparon de esta historia en el siglo XX, sin contar las historietas dibujadas. Incluso ha habido quienes han escrito una continuación de Frankenstein. Los monstruos clásicos de la literatura nos impresionan, porque nos reflejamos en ellos de una manera o de otra.

Shelley dijo en su prólogo a la primera edición, que “…no debe extraerse de estas páginas ninguna conclusión que pueda llegar a perjudicar alguna doctrina filosófica”. Había que protegerse, pero Frankenstein o el moderno Prometeo es otra demostración de la realidad.