Por más que los economistas estamos acostumbrados a trabajar con grandes números, no puede uno sino escandalizarse al enterarse, por el reciente informe de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, que los bancos establecidos en México obtuvieron en 2017 ganancias por 135 mil millones de pesos. Esa cifra fue mayor en 28.8 por ciento a las utilidades de 2016. Aumento extraordinario si se compara con el crecimiento del producto interno bruto, que apenas se calcula que fue de alrededor del 2 por ciento En términos absolutos, si recurrimos a una comparación, las ganancias de los bancos sumaron más que todo lo que gastó el gobierno el año pasado en atención a la salud de los mexicanos, que sumó 127 mil millones.

Esas cuantiosas ganancias no obedecen a una expansión de los créditos (pues al contrario, hubo una disminución), sino que están vinculadas con el alza de la tasa de interés, que pasó de 5.75 a 7.25 por ciento, a raíz del aumento de la tasa en Estados Unidos, pues ya se sabe que las autoridades mexicanas siempre mantienen un diferencial con la estadounidense a fin de atraer la inversión extranjera y para evitar la fuga de capitales. Por otro lado, hay que señalar que, en general, el aumento de la tasa de interés es una medida que se clasifica como política contraccionista, es decir, que, al encarecer los créditos, inhibe al mismo tiempo la inversión y el consumo, y , por lo tanto, tiene el efecto de disminuir el crecimiento, o sea, tiene la consecuencia de contraer la economía.

Aparte del enorme monto de ganancias que obtuvieron solo 48 instituciones, también hay un reparto desigual de esas utilidades, pues únicamente cinco (BBVA Bancomer, Banorte, Santander, Banamex e Inbursa) se apropiaron de 104 mil 700 millones, o sea de 76 por ciento del total.

En general, ese papel privilegiado de la banca es un fenómeno que se observa en el mundo en su conjunto, pues ante la crisis estructural que vive el capitalismo desde principios de los años setenta, la respuesta en el terreno económico del gran capital internacional siguió dos vías fundamentales. Por un lado, el proceso de globalización, y por otro, ante la caída de la tasa de ganancia en las actividades productivas, el refugio en la especulación. De ahí viene el crecimiento acelerado de los mercados de valores, que ha llevado a una hipertrofia del sector financiero en todo el mundo. Ciertamente, ese camino no ha conseguido resolver las profundas contradicciones que afectan la economía; y, al revés, han provocado que las epidemias de las crisis financieras ataquen con frecuencia y sean cada vez más graves y extensas. Sin embargo, es un hecho que en ese tumultuoso río revuelto, algunos capitalistas no solo han conseguido mantenerse a flote, sino incluso apropiarse de enormes fortunas, como se ve en el hecho de que solo cinco instituciones hayan obtenido 104 mil millones de ganancias.

En México en particular, además de la concentración del ingreso, de la desigualdad que se expresa en ese monto de utilidades, hay un fenómeno adicional que es la notable extranjerización de la banca, lo que significa que, tarde o temprano, esas utilidades se repatriarán a los países de origen de sus casas matrices. Finalmente, no solo la banca, sino la inversión extranjera en general, que tanto aplauden las autoridades, provoca una descapitalización del país.

En verdad resulta escandaloso que mientras la economía apenas logra una tasa de 2 por ciento, mientras la pobreza agobia a casi tres cuartos de la población, mientras los salarios reales caen, la banca consiga ganancias de 135 mil 735 millones de pesos, limpios de polvo y paja.