James Ellroy recibió hace unos días el Premio Carvallo que se otorga durante el festival BCNegra, en Barcelona. Autor de 23 libros, sus lectores coinciden en que es Mis rincones oscuros (Ediciones B, 2008) su novela más brutal, quizá porque está inspirada en el episodio autobiográfico del asesinato nunca resuelto de su madre, cuando él tenía 10 años de edad. Aquí las primeras líneas de esa historia.

La encontraron unos chicos.

Eran jugadores de la liga Babe Ruth, que habían salido a lanzar unas cuantas bolas. Tres entrenadores adultos caminaban detrás de ellos.

Los chicos vieron un bulto en la franja de hiedra que llegaba hasta el bordillo. Los hombres vieron unas perlas en la acera. Se produjo un ligero sobresalto telepático.

Clyde Warner y Dick Ginnold hicieron que los niños se retiraran un poco para evitar que mirasen demasiado de cerca. Kendall Nungesser cruzó Tyler Avenue a la carrera en dirección a una cabina de teléfonos que había junto a la lechería.

Llamó a la oficina del sheriff de Temple City y dijo al sargento de guardia que había descubierto un cuerpo. Estaba allí mismo, en la carretera junto al campo de entrenamiento de béisbol del instituto Arroyo. El sargento le dijo que se quedase allí y que no tocase nada.

Galardonado con el Premio Carvallo.

Se produjo el aviso por la radio: 10:10 del domingo 22 de junio de 1958. Cadáver en King’s Row con Tyler Avenue, El Monte.

Un coche patrulla del sheriff llegó al lugar en menos de cinco minutos. Segundos después, se presentó una unidad de la policía de El Monte.

El agente Vic Cavallero reunió a los entrenadores y a los niños. El agente Dave Wire inspeccionó el cuerpo.

Se trataba de una mujer de raza caucásica. Tenía la piel muy clara y era pelirroja. Debía de rondar los cuarenta años. Se hallaba tendida boca arriba en un macizo de hiedra a pocos centímetros del bordillo.

El brazo derecho estaba vuelto hacia arriba. La mano descansaba en el suelo. Pocos centímetros por encima de la cabeza. El brazo izquierdo estaba doblado por el codo y cruzaba el cuerpo a la altura de la cintura. La mano se veía crispada; las piernas, extendidas y abiertas.

Llevaba puesto un vestido azul marino de escote generoso, sin mangas y ligero. Un gabán azul oscuro con forro a juego cubría la mitad inferior de su cuerpo.

Los pies y los tobillos quedaban a la vista. El pie derecho estaba descalzo. En torno al tobillo izquierdo tenía enrollada una media de nailon.

El vestido estaba ajado y tenía los brazos cubiertos de picaduras de insectos. La lengua asomaba entre los labios y el rostro presentaba varias magulladuras. El sujetador estaba desabrochado y subido por encima de los pechos. Alrededor del cuello tenía una media de nailon y un cordel de algodón, ambos firmemente anudados…

La historia de un asesinato nunca resuelto.

Novedades en la mesa

Alfaguara ofrece Mucho más gente así, libro póstumo de Vicente Leñero, tercero de la serie que forman Gente así y Más gente así. Se trata de textos literarios que el autor publicó en diferentes medios y en los que combinó realidad y ficción para hablar de personajes de la cultura y de sí mismo.