Con la frase bíblica Quo vadis? Henryk Sienkiewics (Premio Nobel 1905) tituló la novela histórica que se adaptó al cine y que hasta hoy, novela y película, siguen siendo favoritas en la Semana Santa. Aquí las primeras líneas.

Petronio, que la noche anterior había asistido en el Palatino a un banquete en el cual se había fastidiado oyendo las simplezas de Vatinio y disputando con Nerón, Séneca y Lucano acerca de si la mujer tiene alma, se levantó después de mediodía y como de costumbre enervado. Desde algún tiempo tenía la salud quebrantada; pero el baño matinal le activaba la circulación de la sangre, le restauraba las fuerzas, le reanimaba, y al salir del eleoterio (último departamento de los baños) quedaba rejuvenecido, vigoroso, con los ojos brillantes y tan esbelto y gentil que al mismo Otón superaba en belleza. Con justicia le llamaban El Árbitro de las Elegancias.

Sólo concurría a las termas en el caso de aparecer algún retórico notable del cual se hicieran grandes elogios en la ciudad o cuando se podían presenciar en los efebeos luchas excepcionalmente interesantes. En su ínsula poseía un baño tan vasto y lujoso que el mismo Nerón lo reputaba superior al cesariano, dechado de elegancia y magnificencia.

Se levantó tarde, pues, y tomó el baño. Luego, tendido en una mesa de ciprés cubierta de blanco lienzo egipcio esperó con los ojos entornados, que le reaccionase el vaho tibio del lacónico.

Premio Nobel en 1905.

Por fin abrió los ojos y se decidió a hablar. Preguntó por el estado del tiempo y por las piedras preciosas que había prometido traerle aquella mañana el joyero Idomeneo. Se le contesto que el tiempo era espléndido, que del lado de los Montes Albanos soplaba un viento suave y apacible y que Idomeneo no se había presentado aún.

Petronio cerró de nuevo los ojos y ordeno que se le llevase al tepidario. En el mismo instante levantó la cortina el nomenclator y anunció al joven Marco Vinicio, que era un hijo de la hermana mayor de Petronio, casada con otro Marco Vinicio cónsul en la época de Tiberio. Acababa de tomar parte en la campaña contra los partos al mando de Corbulón y, habiendo regresado a Roma, hacía su primera visita a Petronio Éste quería mucho a su sobrino porque era un apuesto joven de formas atléticas y sabía siempre conservar, aun en sus arranques de cólera, aquel comedimiento estético que tan grato le era.

—¡Salud, Petronio! —dijo el mozo entrando con paso marcial en el tepidario— ¡Que los dioses te protejan y te colmen de felicidades, en especial Asclepio y Ciprea!

—Bienvenido, caro Vinicio, y que te sea saludable el descanso después de tus campañas —contestó Petronio alargándole la mano—. ¿Qué nuevas traes de Armenia? ¿No llegaste a Betania en tus correrías por el Asia?

Petronio siendo gobernador de aquella provincia había ejercido su autoridad con rectitud, y ahora, entregado al lujo y a la molicie, recordaba con fruición aquellos buenos tiempos.

 

Una lectura para Semana Santa.

Novedades en la mesa

Esto no es un cuento (UNAM) reúne tres relatos de Denise Diderot, con introducción de César Ramiro Vásconez El libro se publica en la colección Relato Licenciado Vidriera.