Dramaturga, guionista de cine y excepcional narradora autobiográfica, la norteamericana Lillian Hellman (1905-1984) escribió un testimonio del tiempo en que el macartismo mostró lo mejor y lo peor de las grandes figuras de Hollywood. Ella y su pareja, el emblemático autor de novela negra Dashiell Hammett, padecieron la persecución y ese periodo histórico de infamia fue consignado en Tiempo de canallas. Transcribo las primeras líneas de la edición del Fondo de Cultura Económica.
He intentado ya dos veces escribir sobre lo que ha llegado a conocerse como la era de McCarthy, sin que me acabe de gustar lo que he escrito […] Tenía extrañas obsesiones, las que siempre son difíciles de explicar. Ahora me digo que al hacerles frente, acaso me sea más fácil sobreponerme a ellas.
Mi obsesión consistía, y consiste, en la incapacidad de sentir demasiada animosidad contra las figuras destacadas de la época, los que me castigaron. Los senadores McCarthy y McCarran, los diputados Nixon, Walter y Wood, todos eran lo que eran: hombres que mentían cuando era necesario mentir, y que calumniaban aun cuando no era necesario calumniar. Dudo que creyesen en mucho de lo que decían; es posible que no creyesen en nada: en los Estados Unidos los tiempos eran propicios para una nueva ola, y ellos aprovecharon la oportunidad política de dirigirlos día tras día tras día, arrojando lodo a todo el que se pusiera frente a ellos.
Pero esta nueva ola no era tan nueva. Había comenzado con la Revolución rusa, en 1917. La victoria de la Revolución, y por lo tanto su amenaza, nos había obsesionado durante los años que siguieron, para luego modificar la historia cuando Rusia fue nuestra aliada en la segunda Guerra Mundial. Precisamente por haber sido antinatural tal alianza, los temores regresaron con mayor fuerza al terminar la guerra, cuando tanta gente creía que Rusia invadiría la Europa occidental.

Persecución macartista.
Más tarde, la Revolución China provocó una convulsión sobrecogedora en las sociedades capitalistas, y en algún momento llegamos a convencemos de que hubiésemos podido evitarla si… Ese “si…” nunca fue explicado con algún sentido, pero la época tenía muy poca necesidad de sentido.
El temor al comunismo no comenzó ese año, pero la nueva China, aliada en aquel tiempo a Rusia, tenía una base con mayor sustancia y mucha gente honrada temió, previsiblemente, que su grato modo de vida pudiese terminar cualquier día.
No fue la primera vez en la historia que las confusiones de la gente honrada han sido interceptadas a1 vuelo por villanos baratos que, oyendo unos cuantos compases de música popular, los convierten en una ópera de desorden público, escenificada y cantada, como lo demuestra gran parte de los testimonios ante el Congreso, en los pabellones de un manicomio.
Novedades en la mesa
De manera oportuna llega a las librerías la novela La forma del agua (Umbriel editores), escrita por Guillermo del Toro y Daniel Kraus a partir del guión de la película.