Estados Unidos, Francia y Reino Unido, realizaron el 14 de abril pasado, un bombardeo conjunto contra blancos sirios, por la presunta utilización de armas químicas. El ataque, que no contó con la autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) se convirtió, una vez más,  en un peligroso componente de confrontación y desestabilización.  La Unión Europea mostró su apoyo político a la acción de fuerza a todas luces forzada, pero sólo Francia y el Reino Unido participaron de la acción bélica. No hay consenso para respaldar a plenitud las políticas del gobierno de Donald Trump, pero tampoco para oponerse. Europa juega a varias bandas en este escenario de mini guerra fría.

El pasado 7 de abril en la localidad siria de Duma, se informó sobre un presunto ataque con armas químicas. El gobierno estadounidense y sus aliados occidentales se apresuraron a señalar como responsable al régimen sirio de Bashar al-Asad, basados, según se conoció en los medios, en “artículos de prensa creíbles”. En menos de siete días, quedó en evidencia, una vez más, la incompetencia de la política para lograr que las principales potencias inmiscuidas en ese conflicto, se pusieran de acuerdo para permitir, asistir, verificar y determinar qué es lo que está ocurriendo en el escenario bélico.  Siete días era mucho pedir, sobre todo cuando se constata que conflicto sirio cumple ya siete años y que poco ha importado que más 300 mil personas hayan muerto y cinco millones se encuentren refugiados.

La frivolidad y el descaro se han instalado en el escenario político. Así, ahora asistimos a desplantes increíbles como el del mandatario estadounidense Donald Trump, que advirtió a Rusia vía twiter que lanzaría misiles “bonitos, nuevos e inteligentes” contra Siria. Efectivamente, el 14 de abril pasado, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, lanzaron, por lo menos 103 misiles, la mayoría (71) interceptados por las defensas antiaéreas sirias. El ataque no produjo víctimas mortales, pero destruyó instalaciones “militares” donde presuntamente se conservaban armas químicas.  Hecho que resulta curioso, si se toma en cuenta que en 2014 se llevó acabo un complejo y publicitado proceso de destrucción de armas químicas en Siria.

El caso es que el ataque misilístico ha servido para que cada actor “principal” de este macabro escenario, lleve agua a su molino político. Trump, en Estados Unidos, alardea de “misión cumplida” y arenga a sus bases, en momentos en que la lucha por el poder interno en la gran potencia se recrudece y las investigaciones judiciales amenazan su gestión.. Theresa May en Inglaterra tampoco vive sus mejores momentos políticos, sobre todo por la incertidumbre del Brexit que sigue su paso y que implica duras concesiones. El caso francés, es más complicado ya que mantiene injerencia en el Medio Oriente, pero también tiene una agenda interna difícil, de cara a las reformas que está impulsando. De hecho, el presidente francés Emmanuel Macrón, en entrevista televisiva después del ataque, trató de bajar la tensión y afirmó que Europa escoge la vía diplomática para resolver el conflicto sirio. Para Rusia, en cambio, el ataque le permitió al presidente recién reelecto, Vladimir Putín, mantener una imagen contenida, quizá por la cercanía del mundial de fútbol.

Al cierre de este material, los ministros de los (todavía 28 estados miembros de la UE), respaldaron políticamente el ataque misilístico, pero urgieron al mismo tiempo, para “revitalizar” la búsqueda de una acción política. En los hechos nada ha cambiado sobre el terreno bélico. El régimen sirio, con la ayuda rusa e iraní, se ha impuesto a las fuerzas “opositoras”.  Entre unas y otras, millones de sirios seguirán esperando que las fuerzas internas y externas que los envuelven, logren por fin a un conflicto que raya en la barbarie. En tanto, habrá que esperar a que pase el mundial, para saber si esta mini guerra fría cogerá impulso o las potencias se decidirán a dialogar.