Uno de los temas colaterales que surgen ante el proceso de divorcio entre el Reino Unido (UK)  y la Unión Europea (UE), son las repercusiones que el llamado Brexit podría tener en una ciudad tan importante como Londres. Y es que en la actualidad, es innegable el peso específico que tienen las grandes ciudades en el actual sistema globalizador que nos envuelve. De hecho, ciertas ciudades son tan poderosas o más que los propios estados.

Los seres humanos, inmersos en el proceso globalizador del sistema capitalista, hemos ido concentrando el desarrollo en las urbes. Las grandes ciudades son hoy por hoy, el motor central de la economía.

Así lo demuestra el censo que realizan los propios estados y las principales organizaciones mundiales. Nos convertimos a pasos acelerados en una especie urbana.

Por ejemplo, en el dossier, El Poder de las Ciudades del periódico catalán La Vanguardia, el  investigador británico Simon Curtis, expone en su artículo de análisis: Las ciudades globales y el futuro del orden mundial, que se contabilizan 28 megaciudades con más de 10 millones de habitantes cada una. Algunos de los componentes esenciales que comparten las urbes, son la concentración de la riqueza, los recursos y su papel dinámico como motor de la economía.

Desde luego que como parte del sistema económico, algunas de estas ciudades también comparten problemas graves, como la pobreza, los desafíos de la diversidad social, la contaminación ambiental, entre otros.

Éstas megaciudades (28) y otras con menos número de habitantes, están reguladas por el marco general del Estado al que pertenecen, pero es innegable que cada día adquieren mayor poder y autonomía. Según el análisis de Curtis, muchas formaciones urbanas superan ya los límites de los estados, además de que su dinámica está generando “corredores urbanizados trasnacionales y regiones económicas urbanizadas integradas”.

Como ejemplo menciona la región de HongKong-Shenzhen-Cantón (120 millones de personas) o la llamada “Banana Azul europea”, que se articula en torno al eje Manchester-Milán (110 millones de personas).

En este contexto, estamos viviendo una transformación, en la que las ciudades están adquiriendo un papel central en la toma de decisiones económicas y políticas de los propios estados. Volviendo al ejemplo británico. Londres es considerada el principal centro financiero del mundo, una ciudad global de primer orden, con importantes componentes globales en el terreno de la cultura, el comercio, la educación y la investigación científica. En la votación del Brexit, más del 60 por ciento de la población londinense que votó, se pronunció por permanecer en la Unión Europea y, hasta la fecha, es uno de los lugares en el Reino Unido, dónde más se cuestiona la desconexión.

La diversidad multicultural, lingüística, social, entre otros factores que conviven en esta megaciudad, hacen que la desconexión al sistema de integración europeo, hasta ahora existente, sea cuestionado. Pero hay otros componentes que también influyen en este escenario.

La crisis global del sistema capitalista (liberal), genera regresiones. El Brexit, el proteccionismo impulsado por el actual presidente estadounidense, Donald Trump, el papel más activo de otras potencias, antes enemigas del sistema económico liberal (China, Rusia), son los principales factores que influyen en el entorno.

De acuerdo con Curtis, “el proteccionismo, el nacionalismo, los muros fronterizos y las guerras comerciales” están de regreso en la agenda política. Siendo honestos, nunca se han ido. Sin embargo, el nivel de conexión actual (ciudades conectadas), las nuevas tecnologías (digitales), la reorganización productiva y comercial (producción global), hacen difícil pensar que se puede retornar a modelos pasados.

Según Curtis, “si esa ciudad global es una criatura del orden liberal” que actualmente es cuestionado, “quizá el futuro de la globalización acabe dependiendo de las redes trasnacionales de ciudades globales abiertas y cosmopolitas y no del Estado nación territorial”. Independientemente de las predicciones sobre el futuro de las ciudades y sus habitantes, es indispensable tomar conciencia de que este sistema de crecimiento en la desigualdad es insostenible y que, en las grandes urbes o en lo que queda de rural, es necesario combatir la desigualdad económica, rescatar los valores de la democracia real, como la justicia, la libertad y la tolerancia, entre los más importantes que, incluso, ya se han logrado conquistar y desarrollar en algunas ciudades.