En las mesas de novedades siempre hay un nuevo título de Henry James (15 de abril de 1843-28 de febrero de 1916), aunque la mayoría de su obra se haya escrito y publicado por vez primera en el siglo XIX. Americano, europeo y ciudadano del mundo, su genio en el retrato de caracteres sigue asombrando a sus lectores, ya sea en ediciones populares o de lujo de sus novelas más famosas, o en libros preciosistas como objetos con relatos cortos presentados de manera individual, perfectos para pasar una o dos horas en una mesa de café o un trayecto de viaje. El baúl de letras de James parece no tener fin. De su célebre historia de terror, convertida en libro de texto para estudiantes, Otra vuelta de tuerca, transcribo las primeras líneas de la traducción de José Bianco.
La historia nos había tenido en suspenso, alrededor del fuego, pero aparte de la obvia reflexión de que era siniestra, como esencialmente debe serlo toda extraña historia contada una noche de Navidad en una vieja casa, no recuerdo que sobre ella se hiciera ningún comentario, hasta que alguien aventuró que era el único ejemplo, a su parecer, de un niño que hubiera soportado semejante prueba. Se trataba, lo digo al pasar, de una aparición en una casa tan vieja como aquella en la cual estábamos reunidos, aparición, de horrible especie, a un niñito que dormía en el aposento de su madre; aterrorizado, aquél despertó a su madre, y ésta, antes de haber disipado la inquietud del niño para conseguir que durmiera nuevamente, se encontró de pronto, ella también, frente al espectáculo que lo había trastornado. Esta observación motivó en Douglas —no en seguida, pero sí un poco más tarde durante la misma noche— cierta réplica que provocó la interesante consecuencia sobre la cual llamo la atención de ustedes. Otra persona contó una historia bastante ineficaz, y yo noté que Douglas no escuchaba. Lo interpreté como un signo de que tenía algo que decirnos y de que nosotros teníamos únicamente que esperar. En realidad tuvimos que esperar dos días; pero esa misma noche, antes de separarnos, reveló aquello que le preocupaba.

Célebre historia de terror.
—Reconozco, en lo que atañe al fantasma de Griffin, o sea lo que fuere, que el hecho de aparecerse primeramente a un niño, y a un niño de tan pocos años, le agrega una especial característica. Pero no es el primer ejemplo de tan encantadora especie en el cual un niño se ha visto complicado. Si el niño aumenta la emoción de la historia, da otra vuelta de tuerca al efecto, ¿qué dirían ustedes de dos niños?
Alguien exclamó:
—Diríamos, por supuesto, que dan dos vueltas. Y queremos saber qué les ha sucedido.
Aún veo a Douglas delante del fuego. Se había puesto de pie, para volverse de espaldas a la chimenea, y frente a nosotros, con las manos en los bolsillos, miraba desde arriba a su interlocutor.
Novedades en la mesa
Una puntual relación comentada de cada una de las películas de Pedro Almodóvar y testimonios del propio cineasta acerca sus proyectos fílmicos son la materia de Universo Almodóvar (Alianza Editorial), de José Luis Sánchez Noriega.