“Te inclinas hacia la izquierda, pero caminas a la derecha”
Roger Waters

Mientras el caso catalán es encapsulado en Alemania, donde se promueve a la negociación política, en España la rebelión de los abuelos y las mujeres se suman a los casos de corrupción que pone en jaque al gobierno conservador. Las nuevas generaciones de políticos, en el desgastado espectro, luchan por el poder. Las mujeres y los ancianos podrían ser los componentes esenciales del relevo.

En Alemania, con menos reflectores propagandísticos y en manos de la “justicia” de ese país, se decide el futuro del ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont. El desafío independentista está encapsulado, con las partes más recalcitrantes tratando de ganar tiempo, pero éste se agota. O se decide un candidato diferente o se realizan nuevas elecciones.

Las bases duras independentistas y constitucionalistas, continúan sus estrategias de desgaste, mientras la realidad se les impone (economía) y la lucha de banderas se diluye (ideologías nacionalistas) entre el hartazgo de la ciudadanía.

El gobierno central presume estabilidad económica, con números macro aceptables para “el mercado” y para la Unión Europea, pero el costo interno pasa factura. Sueldos bajos, trabajo precario y concentración de capital en pocas manos sigue siendo la norma. Sin embargo, en la actual coyuntura estos elementos son secundarios. Lo que realmente está trascendiendo y atraviesa todas las capas de la sociedad son: el tema de las pensiones y el de la mujer.

El 17 de marzo pasado, miles de personas jubiladas salieron a las calles de las principales ciudades españolas exigiendo al gobierno un alza a las pensiones. Según datos de la Seguridad Social, España tienen más de ocho millones de pensionistas que cobran en promedio 932 euros. Aunque hay que precisar que poco más de tres millones sólo alcanzan los 600 mensuales, por debajo del índice del umbral de la pobreza. El movimiento de los pensionistas preocupa mucho al gobernante Partido Popular, porque engloba a muchos de los que han sido sus votantes. De hecho, los pensionistas movilizados son de todos los colores e ideologías.

Algo similar pasa con las mujeres. Desde el pasado 8 de marzo cuando se llevaron a cabo manifestaciones multitudinarias en todo el país, se pudo constatar que este movimiento trasciende los tradicionales esquemas de clase y del feminismo. Esto quedó muy claro el pasado 26 de abril cuando la Audiencia de Navarra, condenó a cinco jóvenes conocidos como “la manada”, a nueve años de cárcel por “abuso sexual” en contra de una joven en las fiestas de los sanfermines (Pamplona) en 2016. La sentencia fue considerada, por expertos, analistas y por su puesto miles de mujeres y hombres, como atenuada, porque evitó castigar lo que fue una violación con la pena máxima de 22 años de cárcel.

Este hecho ha desencadenado una serie de protestas, no sólo en las calles de la mayoría de las ciudades de España, también en las redes sociales nacionales e internacionales y lo que es más importante, ha provocado que mujeres de diversos sectores e ideologías cuestionen la aplicación de la justicia.

Las elecciones todavía están lejos, pero es evidente que temas como las pensiones y la situación de los derechos de la mujer encabezan la movilización social en este país, lo malo es que el conservadurismo parece mutar y la izquierda sigue confundida. El liberalismo sigue su curso para apoderarse del poder.