Después de las elecciones de marzo pasado en Italia, el panorama político sigue incierto. El país dividido (Norte-Sur) entre una región norte más rica y otra pobre, que coloca a dos fuerzas distintas a las puertas de un gobierno inverosímil. La Liga, coalición de la extrema derecha y el Movimiento 5 Estrellas (M5E), considerados agrupaciones que están en contra del actual proceso de la Unión Europea, buscan en sus “coincidencias”, el sustento que les permita formar un gobierno que pueda ejercer el poder por los próximos cinco años. En tanto, Silvio Berlusconi, ya está listo para saltar a la palestra.

Al cierre de este material, tanto la Liga, como el M5E habían solicitado al presidente de la República, Sergio Mattarella, más tiempo para poder presentarle su “contrato”, tal y como llaman a los acuerdos políticos a los que han llegado para formar gobierno. La Liga, coalición de entidades derechistas en la que también participó el partido Forza Italia de Berlusconi, fue la más votada en las pasadas elecciones del 4 de marzo (37%) y el M5E, con su joven candidato Luigi di Maio, que recibió el mayor número de votos (33%), sin embargo, ambas opciones no alcanzan la mayoría y por ello, tras dos meses y medio de negociaciones entre distintas opciones, los principales escenarios de acuerdo se han ido cerrando, hasta quedar esta criticada opción que, según los medios de comunicación liberales, asusta a la Unión Europea., por ser “populistas”.

Pero en verdad ¿podrían estas agrupaciones, presuntamente anti europeas, cambiar el escenario? Si bien es cierto durante la campaña política estas entidades prometieron al electorado cambios en política monetaria, financiera, migración, pensiones, salarios, etcétera. Pero, si en dos meses y medio no han sido capaces de llegar a acuerdos generales que permitan un gobierno, mucho más difícil sería cambiar las reglas de la “realpolitik” europea.

A la parálisis política se suma un nuevo componente desestabilizante, y es la rehabilitación política de Berlusconi, quien recibió el fallo a su favor el pasado 11 de mayo. De esta manera, casi “milagrosa” Berlusconi podría postularse como candidato en las siguientes elecciones, las cuales podrían ocurrir este año, en caso de que la Liga y el M5E no logren ponerse de acuerdo. Aunque, a decir verdad, la inestabilidad política en Italia es prácticamente permanente, de hecho Berlusconi es el último primer ministro que ha salido de las urnas (2008).

En este contexto, Italia no es el mejor ejemplo como país para hablar de inestabilidad política, ya que lleva desde 2011 sin lograr que las urnas determinen quién debe ser su primer ministro.  Sin embargo, sí se convierte en un laboratorio político donde ahora se ensayan nuevas alianzas y coaliciones, entre opciones políticas con ideologías distintas. Una cosa es cierta, la crisis interna en Italia es muy similar a la que se vive en otras latitudes europeas. El hartazgo de mucha gente ante el accionar de los partidos tradicionales. Lo malo es que las entidades emergentes carecen de un planteamiento sólido alternativo y ante las posibilidades de cambio, no cuentan con los medios y los cuadros preparados para ocupar el poder. Dos entidades tan distintas como las que ahora buscan ejercer el poder en Italia, que recogieron los votos del descontento, podrían quedarse con las manos vacías.