El euro, la problemática integración económica y financiera además de el Brexit, entre otros asuntos importantes en Europa, ahora han pasado a segundo plano. La agenda que se impuso es el tema de los refugiados, que también abarca la inmigración económica. El racismo y la xenofobia impregna casi todos los ámbitos. Las principales naciones que conforman el poder europeo se preparan para “blindar” sus “fronteras externas”.

Ya lo había advertido el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el año pasado. Es la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. En 2016, según el ACNUR, huían de sus lugares de origen 20 personas por minuto, en 2017 lo hicieron 31 personas. Las  viejas causas conocidas son, la guerra, el hambre y la miseria. Los principales focos: Siria, Afganistán, Myanmar, Somalia, entre los más importantes.

En términos generales y de acuerdo con las cifras del ACNUR, hay más de 68 millones de personas “desplazadas a la fuerza” y más de 25 millones que cruzan las fronteras y se convierten en refugiados.

La problemática se ha agudizado porque los gobiernos de los países ricos siguen sin ponerse de acuerdo sobre cómo solucionar “las causas” que originan el desplazamiento. Año con año, se reúnen expertos, funcionarios, estudiosos de la temática y se expresan causas y posibles soluciones, pero en los hechos nadie quiere terminar con los componentes esenciales.

De acuerdo con el ACNUR, si se solucionara con un acuerdo de paz, alguno de los conflictos armados principales (Sudán, Siria, Myanmar, Afganistán), se reducirían “radicalmente” las cifras. Sin embargo, se habla más de vallas, de aumento de policía y ejército, que de detener la venta de armas o de soluciones políticas.

Al cierre de este material, se llevó a cabo en Bruselas, una “mini cumbre” sobre el tema migratorio entre 16 países de la Unión Europea. El cónclave, prácticamente fue una maniobra política para paliar las fuertes criticas del nuevo gobierno italiano y sus políticas de “tolerancia cero” contra inmigrantes y refugiados.

Precisamente, la propuesta italiana de solución plantea la “creación de centros de protección internacional en los países de tránsito” (fuera de Europa), dónde se debería seleccionar “quién tiene derecho al asilo en la UE”.

Hay que recordar que, en los hechos, Turquía funge como frontera con Europa, ya que en 2016 la UE llegó a un acuerdo (económico) con ese país y el flujo disminuyó notablemente, pero en el norte de África no existe algo parecido. Quizá por ello, el “hombre fuerte” del nuevo gobierno italiano, el ultraderechista Matteo Salvini, ministro del Interior, viajó a Libia, para explorar la creación de “centros de internamiento” al sur de Libia.

En este contexto, lejos se ve la posibilidad de atacar las causas esenciales que causan el fenómeno migratorio. No se habla de pacificación en los escenarios bélicos, de cambiar las condiciones económicas, de terminar con la venta de armas, de buscar el respeto de los derechos humanos. No, se sigue optando por la criminalización y el odio.