Para Yukio Mishima, La casa de las bellas durmientes de su maestro Yasunari Kawabata (14 de junio de 1899–16 de abril de 1972) es una obra maestra esotérica en la que aparecen los temas más secretos y profundamente ocultos del escritor. Lascivia llevada a su máxima intensidad, la califica en el prólogo que reproduce la edición de Luis Caralt, con traducción de Pilar Giralt. De este libro del Premio Nobel japonés (que inspiró Memoria de mis putas tristes, la última novela de García Márquez) transcribo las primeras líneas:

No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la muchacha dormida ni intentar nada parecido.

Había esta habitación, de unos cuatro metros cuadrados, y la habitación contigua, pero al parecer no había más habitaciones en el piso superior; y como la planta baja resultaba demasiado reducida para alojar huéspedes, el lugar apenas podía llamarse una posada. Probablemente porque su secreto no lo permitía, el portal no ostentaba ningún letrero. Todo era silencio. Tras serle franqueado el portal cerrado con llave, el viejo Eguchi sólo había visto a la mujer con quien ahora estaba hablando. Era su primera visita. Ignoraba si se trataba de la propietaria o de una criada. Era mejor no hacer preguntas. 

La mujer, baja y de unos cuarenta y cinco años, tenía una voz juvenil y daba la impresión de haber cultivado especialmente una actitud seria y formal. Los labios delgados apenas se abrían cuando hablaba. No miraba a Eguchi con frecuencia. Algo en sus ojos oscuros minaba las defensas de éste, y parecía muy segura de sí misma. Preparó el té con una tetera de hierro sobre el brasero de bronce. Las hojas de té y la calidad de la infusión eran asombrosamente buenas para el lugar y la ocasión —con objeto de tranquilizar al viejo Eguchi. En la alcoba pendía un cuadro de Kawai Gyokudö, probablemente una reproducción, de una aldea de montaña al calor de las hojas otoñales. Nada sugería que la habitación albergara secretos insólitos.

—Y le ruego que no intente despertarla, aunque no podría, hiciera lo que hiciese. Está profundamente dormida y no se da cuenta de nada —la mujer lo repitió—: Continuará dormida y no se dará cuenta de nada, desde el principio hasta el fin. Ni siquiera de quién ha estado con ella. No debe usted preocuparse.

Eguchi no mencionó las dudas que empezaban a acometerle.

—Es una joven muy bonita. Sólo admito huéspedes en quienes pueda confiar.

Cuando Eguchi desvió la vista, la fijó en su reloj de pulsera.

—¿Qué hora es?

—Las once menos cuarto.

—No me sorprende. Los caballeros ancianos gustan de acostarse pronto y levantarse temprano. Así pues, cuando quiera.

 

Novedades en la mesa

En las mesas de novedades se ofrece una docena de libros con el tema del futbol. Entre ellos, los ya clásicos, Dios es redondo (Booket) de Juan Villoro, y Cerrado por el futbol (Siglo XXI) de Eduardo Galeano.