Se acabó el mundial de Rusia 2018 que dejó como ganador a un equipo francés, “multicultural”. De inmediato se llevó acabo la cumbre del “morbo” en Helsinki (Finlandia), entre Donald Trump y Vladímir Putin. En el contexto, según Trump, el mandatario ruso es un “buen competidor”, mientras que Europa (la Unión Europea) un enemigo. Apenas va la mitad del verano y la cosa está que arde.

La gira (del 11 al 16 de julio) de Trump por Europa resultó ser un tornado. El mandatario estadounidense, como ya es costumbre, hizo y deshizo, unas veces a propia voz, otras a golpe de tuit.

Primero descalificó a la OTAN y le exigió que gaste más en armas (estadounidenses but of course), después acusó a la canciller alemana Ángela Merkel, de estar prisionera de Rusia, por su dependencia al gas (que le compra a Rusia), luego humilló a Theresa May (la primera ministra británica) por optar por un “brexit blando”, finalmente, en su encuentro con Putin, lo consideró un “buen competidor” y descalificó las “investigaciones” judiciales que se realizan en Estados Unidos. En pocas palabras, descalificó a las propias agencias estadounidenses.

El gran ganador, sin duda, fue el mandatario ruso. Putin se acaba de reelegir aplastantemente, su país organizó con “éxito” el mundial de fútbol que, según los analistas, fue uno de los “mejores” de la historia. En este contexto, su figura y su gobierno alcanzan más legitimidad internacional. El debilitamiento de los países europeos y de Estados Unidos internamente, le favorece, sobre todo si se impone un escenario de guerra comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea.

Dice el dicho popular que: “todo el mundo tiene cola que le pisen”. Sería ingenuo ignorar, por ejemplo, la situación de los derechos humanos en Rusia o Estados Unidos o el papel “oscuro” de sus servicios de inteligencia, antes en el contexto de la “guerra fría” y ahora en plena emergencia de un nuevo orden mundial que aún no se define.

Según la canciller Merkel, Estados Unidos ya no es el socio fiable de antaño y ahora Europa (se referirá a la UE o lo que quede de ella), tendrán que rascarse con sus propias uñas, en un contexto (al menos momentáneo) en el que los gobiernos de Estados Unidos han dejado de ser enemigos y, por el contrario, parecen socios.