En estos días, el presidente de Estados Unidos reiteró su propuesta de crear una “Fuerza Espacial” para el año 2020, con el mismo nivel de la fuerza aérea y del ejército de esa nación. El tema inquieta porque estimula la carrera armamentista y la militarización del espacio extraterrestre. La propuesta busca proyectar el poderío estadounidense hacia el espacio, pero dista de la que hizo Ronald Reagan en los años ochenta, cuando impulsó su Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI-Guerra de las Galaxias) con la intención de dar un golpe disuasivo definitivo a la Unión Soviética, que a la postre desmanteló el bloque socialista. Vista así, la SDI cumplió su meta de disuasión. No queda claro, en cambio, cuál sería el objetivo estratégico de la citada “Fuerza Espacial”, que recupera la idea de que, en una guerra atómica, habría vencedores.

Las relaciones internacionales de hoy son un polvorín. A la revigorización de hegemonías, en especial la rusa y la china, se añaden la gradual definición de nuevas zonas de influencia y formas de competencia política que invocan nacionalismos ortodoxos y un despliegue de poder inédito, que recurre a las nuevas tecnologías y con ello nutre el complejo militar-industrial a escala global.

Este escenario pone sobre el tablero de la política mundial variables de riesgo similares a las de la Guerra Fría, que pasan por alto el derecho internacional y minusvalidan la negociación multilateral, señaladamente en materia de negociaciones de desarme. La mera enunciación de la Fuerza Espacial por parte de la actual administración estadounidense indica un momento diplomático singular, que invoca la presunta necesidad de Washington de contar con mecanismos de alerta temprana y equipos militares de vanguardia, para responder a desafíos de defensa y potenciales conflictos en diversas regiones del planeta. Es una apuesta por la escalada bélica, que vulnera el principio de suficiencia de pertrechos militares para la legítima defensa y favorece la lucha por la paridad entre las superpotencias.

Todo esto ocurre en un entorno de cuestionamiento al orden liberal de la segunda posguerra, donde hay conflictos congelados en la región del Mar Muerto; riesgos en el Caspio por el control de sus hidrocarburos; un despiadado combate en Yemen y diferendos no resueltos en la península de Corea, Afganistán y Levante. Por si fuera poco, las olas migratorias que se originan en el sur, empobrecido y violento, alertan sobre la “otra agenda”, la del desarrollo, cuya atención urgente atenuaría rezagos, desactivaría el terrorismo y permitiría desmantelar criterios de paz sustentados en la preparación para la guerra.

Es probable que quienes han viajado por el cosmos tengan reservas frente a cualquier iniciativa que pretenda militarizarlo. El astronauta Donald Williams (EU), al resumir su experiencia espacial dijo que, vistas desde lejos, las cosas que compartimos en este mundo son más valiosas que las que nos dividen. Igualmente, no se equivocó el cosmonauta sirio Muhammad Ahmad Faris cuando afirmó que, desde el espacio, percibió la indescriptible belleza de la Tierra, sin las marcas de las fronteras nacionales.

Internacionalista