El mundo cada vez está más conectado. Como si se imitara al cerebro humano, cada año aumenta más y más el tráfico de datos y por ende se extienden por los océanos los cables submarinos que soportan más del 99 por ciento de las transferencias.

Según divulgan estudios neurocientíficos, diversas regiones del cerebro humano están conectadas por el equivalente a 160 mil kilómetros de fibras que comunican a las células del cerebro (neuronas, entre 50 a 100 mil millones) para que lleven a cabo las más diversas e importantes tareas que mantienen funcionando nuestro cuerpo.

En el planeta, el ser humano está llevando a cabo un proceso de conexión que en mucho imita el funcionamiento del cerebro. De acuerdo con el sitio especializado, TeleGeography, en 2017 se alcanzaron los 295 Tbps (terabyts por segundo) en Internet.

Según esta misma fuente, a inicios de este año, existían 448 cables submarinos en todo el mundo, el equivalente aproximado a 1,2 millones de kilómetros. Los más modernos utilizan tecnología de fibra óptica. La red de cables submarinos que sigue aumentando y lo que antes era un sector dominado por los operadores telefónicos, ahora es cada vez más desarrollado por las grandes empresas multinacionales proveedoras de contenido.

Google, Facebook, Microsoft y Amazon, tejen sus redes submarinas para “proporcionar” sus servicios. Son estas empresas las que están impulsando el cableado, lo que implica que tienen un alto crecimiento y necesidad de transmitir, transportar y generar contenido. Estas empresas han desarrollado muchos aspectos de la nueva era de la comunicación, pero su accionar también ha sido objetivamente cuestionado.

Si continuamos la analogía de las conexiones de Internet con el cerebro y, por ejemplo, tomamos en cuenta las aseveraciones de la experta en neuroanatomía, Jill Bolte Taylor, quien señala que: “vivimos en una sociedad dominada por nuestro hemisferio izquierdo” del cerebro, donde se valora más lo que “pensamos” sobre lo que sentimos; donde se premia más lo que “hacemos” por lo que somos; nos preocupamos más por el “yo” que por el “nosotros”; nos preocupamos más por lo personal que por la comunidad; estamos más enfocados en las “ganancias” que en las “personas”; buscamos más la “autoridad que la igualdad”; las diferencias que las similitudes; somos más “competitivos que compasivos” y juzgamos más que tener capacidad para perdonar.

Sí, la tierra está cada vez más conectada, sus cables submarinos, los satélites, las antenas nos ayudan a lograr esa comunicación, pero a juzgar por el contenido que va ganando peso, estamos utilizando en demasía una sola cara de la moneda y no es la que nos hace más humanos.