Tras poco más de un año de negociaciones con bombo y platillo los gobiernos mexicano y estadounidense, sin dar a conocer los pormenores, anunciaron un primer pacto bilateral en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés) y llamaron a Canadá a aceptar los nuevos términos sobre el comercio de autos y otros asuntos a fin de mantener el pacto tripartita.

Lo que en un principio para muchos fue una buena noticia, al no conocerse el texto íntegro del acuerdo, comenzaron las especulaciones. Mientras que los negociadores aseguraban que es un ganar-ganar para ambos países, diversos especialistas coincidieron en que aún existen muchas incógnitas de lo que puede venir en las letras chiquitas del acuerdo comercial, sobre todo en áreas como la energética.

Por si fuera poco, a un día de que se lograra el entendimiento comercial bilateral, el presidente Donald Trump sorprendió a todos reiterando que el muro que tanto anhela será pagado por México, a lo que a través de Twitter el canciller mexicano, Luis Videgaray, recordó que tras el entendimiento comercial con Estados Unidos, existen perspectivas alentadoras para la relación entre ambos países; aunque aseguró: “lo que nunca sucederá es que México pague por el muro”.

Por lo pronto hay que esperar que terminen las negociaciones con Canadá —que se espera culminen este fin de semana— para sumarlo al acuerdo. La administración de Trump enviará este viernes 31 de agosto al Congreso estadounidense su carta de intención del acuerdo. A partir de ahí arrancará un periodo de 90 días de revisión para ser ratificado, situación similar que deberá suceder en México.

Para abordar tema, Siempre! acudió a Luis Miguel González, especialista en temas financieros y director editorial del periódico El Economista quien afirma que en esta negociación, México pasó de decir “más vale no tener acuerdo que un mal acuerdo, a decir tenemos que amarrar un acuerdo sea como sea”.

Sin embargo, señala que aún se encuentran en el aire los alcances de este acuerdo pues para ello se debe conocer el texto completo, “por el momento toda la discusión ha estado basada únicamente en “trascendidos, versiones parciales. Es como si quisiéramos describir algo pero solo a partir de fragmentos. Existe una situación rara en la que hay una urgencia por darle vida al debate sin tener la historia completa”.

Por ejemplo, dice que en lo que respecta a la parte de energía, lo que se ha dado a conocer no es muy claro pues existen dos versiones: “la primera, que el acuerdo pacta, por decirlo de alguna manera, el respeto a las inversiones de empresas privadas en energía. La segunda refiere que eso queda fuera. Por eso hay que ver el texto final para poder leer las letras chiquitas y saber cuál de las dos versiones es cierta”.

Respecto a las declaraciones del secretario de Economía Ildefonso Guajardo en torno a que con este acuerdo se logró un equilibrio, Luis Miguel González indica que no hay que perder de vista que el propio secretario Guajardo, en repetidas ocasiones, dijo que el acuerdo se tiene que entender como un todo, en el que había que ceder en unas cosas, a fin de conseguir otras.

Indica que además se debe recordar que cuando se firmó el anterior Tratado de Libre Comercio, había una vocación de todos los tres países firmantes: Estados Unidos, México y Canadá, de abrirse; por el contrario, ahora, en buena parte por la presión y personalidad del presidente Donald Trump, “el acuerdo refleja una ola de proteccionismo, por lo que nos estamos refiriendo a un Tratado de Libre Comercio que tiene que incorporar o hacer concesiones al proteccionismo”.

 

Un retroceso, en la parte automotriz

Al hablar sobre lo que tiene que ver con las reglas de origen para automóviles, en las que se aprobó que 75 por ciento de las partes que se utilizan en la fabricación de un automóvil deberán estar hechas en ambos países, lo cual queda por encima del nivel actual que es de 62.5 por ciento y arriba del 70 por ciento que buscaba México, Luis Miguel González considera que es un hecho que la industria automotriz deberá adaptarse a los nuevos lineamientos, para lo cual tiene tiempo para hacerlo.

Sin embargo, dice que hay que tener claro que entre mas reglas se impongan a algo, la situación se vuelve más compleja, por lo que considera que hubo un retroceso; “lo que quiero decir es que en la medida en que ciertas cosas que estaban funcionando más a partir de criterios de mercado o de eficiencias, ahora se van a convertir o tendrán que ser gobernadas por burócratas”.

Para Luis Miguel González, pese a que en materia automotriz se pone mucho énfasis en la posición mexicana, en la de Estados Unidos o en la de Canadá, es muy importante no perder de vista que en realidad de lo que se habla es de una competencia entre empresas de Estados Unidos contra empresas de todo el mundo, sobre todo cuando podemos observar que las empresas automotrices que operan en los tres países son las mismas, “no es México, Estados Unidos o Canadá negociando necesariamente, sino las automotrices: Ford, Chrysler, General Motors”.

No sin antes destacar que el tiempo es el que va a decir cuál es el balance final de este acuerdo, el especialista en temas económicos asevera que lo más relevante para México será ver si la forma en que queda el texto final del acuerdo “le va a permitir mantener su capacidad de reacción a la inversión de empresas, por ejemplo de Alemania, Japón, Corea; o simplemente, tal y como queden las cosas será más rentable para una empresa extranjera situarse en otro lado. Eso es para mí uno de los grandes temas con la parte automotriz”.

Luis Miguel González.

La duración, lo más positivo

De acuerdo con Luis Miguel González una de las mejores cosas que se lograron en este acuerdo, es lo concerniente a la clausula sunset, en la que se establece que el nuevo tratado tendrá una duración de 16 años; sin embargo, deberá ser sometido a una revisión cada seis años.

“Es de las mejores cosas que los negociadores consiguieron. La revisión está bien pues es absurdo pensar que con la forma en que funciona la economía, incluso la geopolítica, que los tratados no deban ser modificados”, considera.

Dice que sobre todo cuando una de las lecciones que se aprendieron con el TLC es que envejeció, entre otras cosas, porque no había un compromiso de retocarlo, de revisarlo. Además —afirma—la decisión de hacer una revisión a los 6 años ayudará a que haya mayor certeza en las inversiones.

Sin embargo, advierte que lo más importante en este momento es que se entienda que México tiene que tener un comercio más diversificado y empiece a voltear a ver por ejemplo a Latinoamérica, “esto es la gran lección que nos dejó la negociación, pues nos dimos que cuenta de que no hicimos la tarea en lo que tiene que ver con diversificarnos. Si no queremos volver a estar en una situación tenemos que hacerlo”.

Canadá, toda la diferencia

En torno a la estadía o salida de Canadá y con ello la posibilidad de que el tratado se vuelva bilateral, el director editorial del periódico El Economista afirma que esto marcaría toda la diferencia.

“Si Canadá sigue siendo parte del acuerdo, en cualquier caso podemos tomar como referencia el anterior TLC y a partir de ahí saber si hay avances o retrocesos. Por el contrario, en caso de que Canadá no se quede vamos a tener que decir que estamos en una nueva etapa”.

Comenta que existen dos factores que son relevantes para nuestro país si Canadá decide quedarse: el primero, que al tener a Canadá en la mesa, para México sería más fácil negociar con Estados Unidos, debido a una cuestión de asimetría.

“La segunda razón es que el TLC proyecta un imaginario que es una región de Norteamérica, si no existe Canadá en el tratado pues de alguna manera esta entidad imaginaria llamada Norteamérica desaparece. Al menos en términos comerciales”.