Agoniza el verano y se prepara para entrar el otoño en el viejo continente. En los principales medios de comunicación se repiten las noticias sobre el “avance” de la “extrema derecha” y la “xenofobia”. Los problemas económicos y financieros, producto de un sistema enfermo, que afectan a amplios sectores de la Unión Europea (UE), han quedado ocultos o han sido callados por los gritos ensordecedores contra la inmigración. Se expande el discurso del odio.

La tradicional y esquemática “lucha” entre “izquierda y derecha”, ha quedado desfasada u oculta. Ya no domina el cuestionamiento al sistema económico, ni siquiera se aprecia una disputa ideológica entre liberales y socialdemócratas. No, ahora la propaganda que domina es el griterío contra la inmigración, contra el extranjero o contra el diferente. Claro, como es Europa, casi todo se reduce a culpar a los musulmanes, a los africanos o a los pobres.

Los pretextos sobran, por ejemplo, el pasado 26 de agosto, un joven alemán de origen cubano, Daniel Hilling, fue apuñalado en una reyerta y posteriormente murió en un hospital. El hecho ocurrió en la pequeña ciudad alemana de Chemnitz, en el estado de Sajonia y sirvió como detonante para que organizaciones neonazis del lugar llamaran, a través de las redes sociales, a la “caza del extranjero” para demostrar a los inmigrantes “quién manda aquí”.

De acuerdo con los reportes periodísticos, decenas de neonazis salieron a la calle y realizaron actos de acoso contra personas de apariencia extranjera. Al día siguiente, partidos políticos como Alternativa para Alemania (AfD) y otras entidades abiertamente xenófobas, salieron a la calle a manifestarse con consignas como: contra la “multiculturalidad obligatoria en Alemania”.

Esa semana, culminó con enfrentamientos en la calle entre neonazis y ciudadanos de organizaciones defensoras de los derechos humanos y de partidos de izquierda. El tema de la inmigración se ha convertido en el ariete de la extrema derecha, ahora calificada como “populismo”, calificativo que también se utiliza para descalificar las ideas de la “izquierda”. Es decir, ahora el populismo engloba a la extrema derecha y a la izquierda.

Así tenemos gobiernos como el italiano que funciona entre una alianza entre extrema derecha e izquierda supuestamente radical.  En el discurso, se enarbola una supuesta animadversión a la Unión Europea, pero en los hechos el tema sobre el que se insiste y se trabaja es sobre la inmigración.

Al cierre de este material, en otro país de la Unión Europea (UE), Suecia, se preparan para ir a elecciones. Según las encuestas, el partido de la ultraderecha xenófoba Demócratas de Suecia (SD) podría sobrepasar el 20 por ciento de los votos que, aunque no le permitiría llegar al poder, lo colocaría como el partido bisagra entre las posibles alianzas para gobernar.

Suecia es otro ejemplo, de la manipulación sobre el tema migratorio. Desde la derecha tradicional, siempre se ha señalado a Suecia por su presunto “socialismo” democrático. Nada más alejado de la verdad, Suecia es uno de los países con “mayor libertad económica” del mundo. Desde finales de la década de los noventa y la primera de este siglo, ha reformado, paso a paso, el famoso “Estado de Bienestar” o tercera vía entre capitalismo y socialismo.

Educación, sanidad, empleo, pensiones, han sido parte de los componentes que han sufrido cambios y ahora, los contribuyentes elijen entre servicios públicos y/o privados. Suecia es un país rico y muy liberal de aproximadamente 10 millones de personas. A la riqueza de Suecia han contribuido miles de refugiados.

En la revista especializada en negocios Bloomberg Businessweek, el economista Lars Chirstensen, de Markets and Money Advisory, resumen que los “refugiados e inmigrantes” llegaron en el momento justo ya que han generado riqueza, uno de los crecimientos más altos de la riqueza en Europa y combatido el “envejecimiento de la población”. En los dos primeros trimestres del año, el producto interno bruto ha crecido a un ritmo del tres por ciento.

Los supuestos “populismos” de izquierda y de derecha sirven para propagar el odio y el miedo, pero en la realidad, la inmigración sigue siendo un componente base del sistema.