Por primera vez en sus casi 100 años de historia, la Barra Mexicana Colegio de Abogados tendrá una presidenta, la comisión de elecciones del colegio eligió el pasado jueves 13 de septiembre a la abogada Claudia Elena de Buen Unna como primera vicepresidenta para el periodo 2019-2020 (después ocupará la presidencia) y de la misma manera eligió por primera vez a seis abogadas como consejeras. Esto sin duda es un gran avance y contrario a lo que pudiera llegar a sostenerse las mujeres no han tomado por asalto la Barra, simplemente han reclamado para sí espacios y exigido el respeto de sus derechos. La decisión de la comisión de elecciones ha sido ampliamente celebrada por la comunidad jurídica, incluso el ministro Arturo Zaldivar en su cuenta de Twitter fue enfático al señalar que “la igualdad se logra con hechos no con discursos”.

El camino hacia la igualdad ha sido arduo y continúa siéndolo, ya que las mujeres han tenido y tienen que enfrentarse a distintas adversidades a las que los hombres no se enfrentan, fundamentalmente porque culturalmente se han distribuido roles dependiendo de los géneros y así se ha pensado y enseñado que las mujeres deben estar al frente del hogar, de sus hijas e hijos, del esposo y de los quehaceres, en tanto que el espacio de lo público se ha reservado a los hombres. Si bien se vislumbra un cambio de actitud en algunos hombres, sobre todo jóvenes que consideran que las tareas del hogar deben ser compartidas, hace falta mucho para que se garantice el libre ejercicio de los derechos a las mujeres.

Así, coloquialmente se habla del techo de cristal como ese obstáculo invisible en la carrera profesional de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide llegar a cargos de mayor responsabilidad y liderazgo; y la Barra Mexicana Colegio de Abogados (como casi todos los colegios de profesionistas en este país) no ha sido la excepción. Es a todas luces evidente que abrirse paso en la vida profesional (pública o privada) no ha sido fácil para las mujeres, los espacios han sido masculinizados. Y si bien cada vez es más frecuente encontrar a mujeres en espacios tradicionalmente reservados para hombres, lo cierto es que el ámbito de la toma de decisiones sigue siendo un espacio masculino difícil de penetrar.

El “techo de cristal” comienza a fisurarse, pero aún no se rompe. Como abogadas y abogados, debemos preguntarnos, ¿a través de qué medios se puede alcanzar la igualdad sustancial entre hombres y mujeres? Los Estados son los primeros obligados, pero la eficacia horizontal es una realidad y todas y todos tenemos un papel importante que desempeñar.

De ahí que “el debate debe centrarse en nuevos comportamientos sociales para lograr la paridad. Se deben desnaturalizar los roles y las tradiciones, porque del mismo modo que tienen capacidad para desarrollarse plenamente en economías del cuidado, las mujeres pueden participar activamente en las tareas reservadas a los hombres. Así, lo primero que se debe lograr es el empoderamiento femenino. En la medida en que más mujeres conquisten espacios, accedan a los cargos con toma de decisiones, se abren las posibilidades para que simbólicamente las niñas, jóvenes y mujeres en general reconozcan que es posible lograrlo; que para ellas solo se trata de seguir por el camino abierto por mujeres como la primera mujer en postularse a presidenta del país, o la primera mujer rectora de una universidad, o como es el caso, la primera presienta de un Colegio de Abogados.

Encontrar a mujeres en otros ámbitos y a escala internacional, que han destacado en espacios tradicionalmente reservados a los hombres, mujeres que de alguna manera se atrevieron a transgredir el sistema o que rompieron paradigmas es realmente interesante (amén de estimulante) y sirve para dimensionar el poder transformador de las mujeres en los espacios de decisión. Tomando en cuenta que las mujeres constituyen la mitad de la población, es claro que excluirlas de la participación en la vida política, social, económica y cultural significa privar a la población de la mitad de sus capacidades. Ahí está el talento, solo es cuestión de aprovecharlo.

Por lo anterior es relevante que las mujeres nos unamos y reconozcamos los méritos y esfuerzos de otras mujeres, que nos apoyemos y entre todas vayamos rompiendo esos techos de cristal, somos ejemplo y poder de cambio no solo para las generaciones presentes, sino para las futuras generaciones de mujeres, para nuestras alumnas e hijas. Somos la mayoría, lo que nos da un claro poder de cambio, y es precisamente con la participación consciente de muchas mujeres que se ha avanzado, pero hace falta mucho más. El llamado también es para los hombres, como el actual presidente de la Barra y el primer vicepresidente que ya han tomado conciencia y son parte de la lucha para erradicar cualquier forma de discriminación. Es indispensable que redoblemos esfuerzos para heredar un futuro mejor a las próximas generaciones.

En dicho sentido, la paridad de género no debe ni tiene por qué limitarse a cargos de elección popular. Debe seguirse trabajando con miras a que forme parte de todo órgano colegiado de la administración pública y de la impartición de justicia; y de la misma manera exigirse que se vea reflejado en la sociedad civil. Al ritmo que vamos, lograr la paridad en la cúspide de las organizaciones públicas y privadas tomará al menos 50 años. Se requieren las mismas oportunidades, en todas las etapas de la carrera profesional. Esta es una cuestión de derechos, no sólo el Estado, sino todas y todos estamos obligados. Hay que tomar esta causa en serio y entender las implicaciones de nuestro actuar, incluso en aquello que pareciere menos relevante. Por ejemplo, optemos por emplear lenguaje no sexista e incluyente (esto es una forma de visibilizar a las mujeres, de conocer e interiorizar la igualdad), pensemos por ejemplo en hablar de colegios de la abogacía (no solo de abogados).

Desde este espacio extiendo una invitación a las mujeres a promover una nueva cultura de equidad e igualdad, y a los hombres para respetar y reconocer la enorme aportación de las mujeres en la vida política, económica y social. No debemos olvidar que hablar de igualdad e inclusión es hablar de derechos humanos.