Un vistazo a la aldea global confirma la complejidad de las relaciones internacionales y alerta sobre las limitaciones de las instituciones multilaterales. En tiempos recientes, la política mundial registra una tendencia de retorno al unilateralismo y al armamentismo, en detrimento de los valores consagrados por la Carta de las Naciones Unidas en materia de paz y seguridad. A estos hechos se agrega el proteccionismo económico y una preocupante guerra comercial entre algunas potencias, que amenaza la estabilidad financiera y resta mérito a los esfuerzos de un importante número de países para acceder a esquemas de libre comercio y beneficiarse de la globalización.

Al parecer, el orden de la segunda posguerra es cada vez menos útil y los consensos políticos, jurídicos y diplomáticos que han evitado durante más de siete décadas una nueva conflagración mundial se están diluyendo. La opinión pública es testigo cotidiano de narrativas guerreristas, que se traducen en focos inéditos de tensión política y militar. Lamentablemente, todo esto es resultado de la ausencia de liderazgos globales positivos, comprometidos con el espíritu liberal y pacifista que animó a la Conferencia de San Francisco, en el ya lejano año de 1945.

Paradójicamente, la amenaza al orden liberal es producto de la consolidación de los valores democráticos que lo sustentan a escala global; lo es también del incuestionable avance de la comunidad de naciones para atender amenazas tradicionales y nuevas a la paz y seguridad mundiales. Se trata de un fenómeno que, con optimismo, confirma el valor y vitalidad de ese orden liberal. De igual forma, pero a la inversa, confiere razón a voces convencidas de la existencia de una corriente que no es liberal, privilegia el poder y tiene potencial para favorecer el resurgimiento de regímenes totalitarios y acabar con la diplomacia multilateral y sus virtudes.

Los signos de alarma conviven con aquellos que presagian un mejor futuro. Las instituciones multilaterales y el desarrollo progresivo del derecho internacional han generado una notable experiencia de gobernanza global, así como un acervo de principios de observancia universal, que obliga por igual a individuos y Estados. De igual forma, la libertad de prensa y la inusitada rapidez con que se transmiten las noticias estimulan corrientes de opinión que exigen el respeto a los derechos humanos, la protección del medio ambiente, el desarme, el combate a la pobreza, la rendición de cuentas y la transparencia en la gestión de los asuntos internacionales.

A quienes creen que el actual desarreglo mundial es la antesala de nuevos conflictos, hay que oponer argumentos constructivos, que al tiempo que reconocen las insuficiencias de las Naciones Unidas, valoran el notable papel que se espera siga cumpliendo esa organización a favor del desarrollo y la paz. Como Saturno devorando a sus hijos, el género humano es víctima y victimario de sí mismo, razón de peso suficiente para no prescindir de la ONU y del multilateralismo.

Internacionalista