El proceso de divorcio entre la Unión Europea (UE) y el Reino Unido (UK) se acerca a su etapa final y sus actores principales, como si se tratara de un juego de póker, se miran a los ojos y emiten declaraciones y supuestos, que pueden interpretarse como “faroles” de su partida política. Mientras, miles de personas (en ambos bandos) sufren expectantes ante lo incierto que puede ser su futuro.

El 19 y 20 de septiembre pasado, en la ciudad austriaca de Salzburgo, los líderes de la UE y la Primer Ministro británica Theresa May, se reunieron para discutir sobre los dos temas que dominan la agenda europea: Migración y el Brexit. Sobre ninguno de los dos hubo acuerdo, pero una cosa sí quedó clara, el rechazo del club de los 27 al “plan Chequers”, del gobierno de May, que pretende mantener el nivel comercial, pero sólo en bienes, dejando fuera los servicios.

La respuesta del bloque fue el rechazo, incluso el presidente francés, Emmanuel Macron, quien lo calificó de “inaceptable”, se atrevió a romper las formas y caracterizar como “mentirosos” a “aquellos” que aseguran que se puede vivir “fácilmente sin Europa”, que todo va a estar bien y que va a “traer mucho dinero a casa”.

Del otro bando, también no se han quedado cortos a la hora de “calificar” el actual político, por ejemplo, el Secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Jeremy Hunt, afirmó que los líderes europeos amenazan con convertir la UE en una “prisión”, al estilo de la ex Unión Soviética.

Todos tienen cola que les pisen. De lado de la Unión Europea, aunque es cierto que en el tema económico se han mostrado sin fisuras, acorralando a May, también es cierto que las diferencias existen en otros temas (migración el más relevante) y que entre más pasa el tiempo y no se define la situación, los desacuerdos y la inestabilidad interna en los países que comandan (Alemania y Francia) podrían afectar la posición hegemónica en el tema Brexit.

En el lado inglés, la cosa está que arde. Los conservadores están divididos, entre los que apoyan el Brexit blando (May-Chequers) y los que quieren la salida dura, es decir o con mis condiciones o nada. El excanciller británico Boris Johnson, es el principal instigador contra May. Desde luego no oculta que quiere convertirse en el Primer Ministro y para ello, necesita que los Tories (partido conservador) echen a May.

Los laboristas también están divididos, unos quieren realizar otro referéndum, en tanto otros apoyan una salida pactada y su líder Jeremy Corbyn, aguanta con ambigüedades, para no casarse con ninguna idea, hasta que no se llegue el momento oportuno.

Así, en medio de esta encarnizada lucha de poder, miles de personas cuyos trabajos están enlazados en los complejos y complicados procesos del hasta ahora club, esperan expectantes alguna señal real de qué va a suceder cuando se cumpla el plazo, el 29 de marzo próximo. Noviembre puede ser el mes de las definiciones.