Para mí es importante que en este aniversario del 2 de octubre el propio Estado, con representantes de los tres Podere,s haya reconocido el movimiento estudiantil de 1968. Así como que los medios, prensa, radio y tv, hayan dedicado mucho espacio a conmemorar el genocidio de aquel año. Es lamentable, sin embargo, que hayamos tenido que esperar 50 años, y que en este largo lapso tengamos que registrar otros hechos igualmente reprobables.

El movimiento estudiantil-popular de 1968 constituye un parteaguas en la historia de México. En primer lugar, porque en menos de tres meses cumplió dos tareas fundamentales: mostró, a los ojos de todo mundo, el rostro autoritario del Estado y, a través de las movilizaciones masivas, realizó una politización acelerada de la sociedad mexicana. Además, porque constituyó una revolución cultural, no solo en el terreno intelectual, sino en las costumbres, en la vida cotidiana.

En parte esta transformación se explica por las características del propio movimiento, que solo se reconoce como estudiantil por sus participantes, pero que, a diferencia de otros movimientos de aquel año en el mundo, no planteaba demandas estudiantiles, sino todas fueron de carácter político. Los seis puntos del pliego petitorio son los siguientes:

  1. Libertad a los presos políticos.
  2. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social, que había sido utilizado para encarcelar a los dirigentes y participantes de movimientos sociales como el ferrocarrilero de 1958-59, o el movimiento médico de 1964-65).
  3. Desaparición del Cuerpo de Granaderos.
  4. Destitución de los jefes policiacos.
  5. Indemnización a los familiares de todos los muertos y los heridos desde el inicio del conflicto.
  6. Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.

Hay que destacar que, años después, aquellos presos políticos salieron de la cárcel y los artículos del Código Penal fueron derogados.

La transformación propiciada por el movimiento no se circunscribe a los puntos del pliego petitorio, sino sobre todo a que la politización de amplios sectores de la sociedad mexicana determinó que cientos de jóvenes asumieran un compromiso social y político y se convirtieran en militantes del sindicalismo (fue entonces cuando se desplegó lo que se conoce como “insurgencia sindical”), a las organizaciones campesinas (durante los años setenta hubo cientos de tomas de tierras), al movimiento urbano-popular, y también a los partidos políticos que surgieron en los años subsiguientes.

También provocó una revolución cultural. En el terreno intelectual, el compromiso social y político permeó entre los artistas, en la música, la literatura, las artes visuales o la danza. El espacio de la educación cambió radicalmente, se amplió la matrícula y se crearon los CCH y nuevas universidades, como la Metropolitana; se creó un nuevo tipo de relación entre alumnos y maestros, se propició la participación activa de los estudiantes. Se despertó un interés especial en el estudio de la historia y los problemas de México. En cuanto al periodismo, numerosos universitarios se incorporaron sobre todo a la prensa, y la censura y la autocensura se atenuaron.

El movimiento estudiantil, en efecto, constituye un parteaguas en la historia de México.