Tres notas han acaparado los medios de comunicación en los últimos días, la caravana de migrantes centroamericanos, el Nuevo Aeropuerto Internacional de México y las elecciones en Brasil. En los tres procesos ha aflorado una de las características humanas menos deseables: la temeridad que conduce a los extremos y nos pone en una situación de alto riesgo, son acciones que nos alejan de lo que Aristóteles y otros pensadores han llamado sabiduría práctica o prudencia, cuya finalidad es una reflexión pausada que nos ayude a tomar mejores decisiones de acuerdo con circunstancias particulares, de tal forma que sean más eficientes y promuevan un mayor bienestar para todos. La prudencia es un saber apartarse, saber adaptarse, saber esperar, saber negar, no es una regla, es más bien como un arte, en palabras de Gracián.

La caravana de migrantes centroamericanos puede verse como un acto heroico de quienes por necesidad, convicción o hasta necedad han decidido retar al gobierno de Estados Unidos, amenazando cruzar la frontera de ese país con México. Las razones que han llevado a esta situación son múltiples, y hay quienes afirman que se trata de un evento organizado con fines inconfesables, otras voces señalan que es sencillamente la necesidad de huir de una situación insostenible en sus países. Lo cierto es los migrantes no desean entablar una lucha por mejores condiciones en su país, tampoco desean quedarse en México ni en ningún otro lugar, pretenden ingresar en Estados Unidos.

Lo único seguro es que no podemos saber cómo podrá terminar esta odisea. La respuesta de Estados Unidos, un país formado por migrantes y con un desarrollo educativo y económico muy superior al de los países centroamericanos ha sido por demás también imprudente, el propio presidente Trump se coloca en una situación comprometida al politizar el tema y culpar a los demócratas o acusar a la caravana de migrantes, sin evidencia alguna, de mezclar criminales y personas de Oriente Medio, adicionalmente el presidente está por enviar tropas a la frontera tensando aun más el conflicto y alejándose de un diálogo que podría ser fructífero para todos.

La decisión de cancelar el NAIM es producto del sentir de un poco más de un millón de personas en una consulta apresurada, sin dar a conocer de manera suficiente el cúmulo de argumentos de los conocedores del tema tanto a favor como en contra, y sin que el nuevo gobierno haya tomado aún posesión.

Si tomamos en consideración que se trata de un tema en el que las opiniones de los expertos son fundamentales y que la mayor parte de la población no conoce, un poco de más tiempo e información hubieran sido los elementos prudenciales para una mejor decisión, quizá no hubiera cambiado el sentido de la decisión pero sería una con mayor legitimidad y conocimiento, y hubiera sido un excelente ejemplo de democracia participativa responsable. A pasar de lo declarado tampoco sabemos cómo terminará esta segunda odisea.

Las elecciones en Brasil en las que resultó vencedor el ultraderechista Jair Bolsonaro muestran un fenómeno que ha recorrido el mundo en los últimos años, el rechazo a la autoridad instituida sin importar la filiación política. Los resultados del brexit, la elección de Trump o el referéndum en Colombia fueron los primeros signos de la desesperación popular por un cambio. Un voto apresurado e imprudente. Las declaraciones del presidente electo se alejan peligrosamente de la prudencia, quiere terminar con el activismo ambiental, ha abogado por cerrar el Congreso y a favor de los golpes de Estado, ha prometido mayor tolerancia a la posesión de armas y dar a los policías licencia para matar, y no está dispuesto a continuar dando concesiones a tierras indígenas, entre otras declaraciones y promesas. Tampoco es posible predecir el final de esta historia que raya en los límites de la imprudencia.

Pero, seguro, cosas veredes, amigo Sancho.