Infancia es destino, y para el ruso Iván Turguéniev (28 de octubre de 1818-22 de agosto de 1883) las relaciones con sus padres y la iniciación amorosa determinaron la orientación europea de sus cuentos y novelas (criticada por Dostoievski y Tolstoi), también el apego a una cantante española que capturó su corazón de por vida, y la decisión de no contraer matrimonio. Entre su copiosa obra narrativa él prefería la noveleta autobiográfica Primer amor cuya tesis es justamente que ese amor es el auténtico, el que nunca se olvida. Aquí las primeras líneas de la historia.

 Los invitados se habían retirado hacía rato. El reloj dio las doce y media. En el salón sólo quedaron el dueño de la casa, Serguéi Nikoláievich y Vladímir Petróvich.

El dueño llamó con la campanilla y ordenó que se llevaran los restos de la cena.

Pues, como habíamos acordado —pronunció, después de acomodarse en el sillón y encendiendo un cigarro—, cada uno de nosotros se ha comprometido a contar la historia de su primer amor. Empiece usted, Serguéi Nikoláievich.

Serguéi Nikoláievich, regordete, rubio, de cara mofletuda, miró primero al anfitrión, alzó los ojos al techo y dijo, por fin:

—No tuve un primer amor, empecé por el segundo.

—¿Cómo así?

—Muy sencillo. Tenía dieciocho años cuando empecé a cortejar a una señorita muy agraciada; pero la cortejaba como si ya estuviera acostumbrado a hacerlo; de igual forma cortejé después a otras mujeres. Pero la verdad es que, por primera y última vez, me enamoré de mi niñera cuando yo tendría unos seis años. Pero de eso hace mucho tiempo. Los pormenores de esa relación ya se han borrado de la memoria, y aunque los recordara, ¿a quién le podrían interesar?

Amor auténtico.

—¿Qué hacer entonces? —se lamentó el dueño de la casa—. Mi primer amor tampoco podrá entretenerlos: hasta antes de conocer a Anna Ivánovna, mi esposa, no me enamoré de nadie, y todo nos salió maravillosamente: nuestros padres hicieron de casamenteros, muy pronto llegamos a querernos y nos casamos sin pérdida de tiempo. Mi relato se cuenta en dos palabras. Yo, amigos míos, debo confesar que, al proponer este tema del primer amor, cifraba mis esperanzas en ustedes; quienes, aunque no se puede decir que sean viejos solterones, tampoco son tan jóvenes. ¿Quizá usted pueda distraernos, Vladímir Petróvich?

Vladímir Petróvich, hombre de unos cuarenta años, moreno, con algunas hebras de plata en el cabello, contestó después de una corta pausa:

—Mi primer amor, en verdad, pertenece a la categoría de los poco corrientes.

—¡Ah! —exclamaron al mismo tiempo el dueño y Serguéi Nikoláievich—. Tanto mejor… Cuéntenoslo.

—Con mucho gusto… aunque no, no lo voy a contar ahora mismo: no soy elocuente; resultaría seco y demasiado breve o muy dilatado y falso. Si ustedes me lo permiten, escribiré todo lo que recuerde en un cuaderno, y después lo leeré.

Novedades en la mesa

Cuando te hablen de amor (Planeta) es la novela más reciente de Mónica Lavín, quien enlaza con los hilos de la pasión las historias de dos mujeres con experiencias opuestas de la vida de pareja.