La vida es morirse cada día, decía Séneca, y es que cada momento que pasa es un momento menos de vida, y es un momento más cerca de la muerte. Y hoy pareciera que no tenemos tiempo para nada, se nos va la vida sin sentir y sin vivir, sin darnos cuenta de que el tiempo es nuestro mayor tesoro, pero es un bien limitado. Y sin embargo vivimos como si nunca nos fuéramos a morir, al final los deseos de los moribundos son un cúmulo de lo que nunca hicieron, no porque no hayan podido sino porque siempre lo pospusieron.

Para vivir hay que trabajar y hay que dormir y en ello se nos van más de dos terceras partes del día, si agregamos el tiempo destinado a los alimentos, el aseo personal, las tareas domésticas, el cuidado de los hijos, los padres o familiares, el tesoro del tiempo libre se acorta. Peor aún, en nuestras sociedades orientadas a la competencia laboral, social y económica, con frecuencia se desprecia el valor del escaso tiempo de ocio como un elemento fundamental de bienestar y de salud mental.

En México el tiempo dedicado a actividades que no son obligatorias y que no forman parte de la vida laboral, que se realizan por placer, es de entre 15 y 25 horas por semana. De acuerdo con datos de la OCDE, México es líder en el uso de la televisión en América Latina, casi la mitad del tiempo libre se dedica a mirarla, una tercera parte del tiempo se dedica al internet y conversaciones telefónicas, diez por ciento a la convivencia social, cuatro por ciento a realizar deporte y cinco por ciento a eventos culturales. México es el país con menos tiempo libre y mayor jornada laboral entre los países latinoamericanos y paradójicamente las largas jornadas laborales no se reflejan en la productividad que está casi 30 puntos por debajo del promedio de los países de la OCDE y 50 puntos debajo de Estados Unidos y Alemania.

Se sabe, gracias a estudios desarrollados en otros países, que trabajar más horas no incrementa la productividad, al contrario, hace que el empleado cometa más errores y desgaste su salud mental, lo que también se refleja en el uso del tiempo libre.

Quienes más trabajan no producen más, descansan menos, y no saben descansar. En México solo tres de cada diez profesionistas no trabajan en vacaciones, solo tres logran desconectarse totalmente del trabajo. Según Forbes, dos terceras partes trabaja durante las vacaciones por decisión propia, 18 por ciento por costumbre y 15 por ciento por obligación.

Una tercera parte de las familias mexicanas “no hace nada” o “hace lo de siempre” en vacaciones, una cuarta parte viaja a algún lugar cercano, 20 por ciento visita a familiares, 16 por ciento no viajan, pero realizan actividades de esparcimiento, y menos de 10 por ciento viajan a algún otro estado de la república o fuera del país.

Estas cifras explican en parte que en nuestro país 75 por ciento de los trabajadores padezca estrés y que 70 por ciento de la población tenga sobrepeso. Las consecuencias de esta educación familiar y social son desastrosas, tenemos el nada honroso primer lugar en obesidad infantil. Las enfermedades cardiovasculares y las relacionadas con la diabetes no son solo consecuencia de malos hábitos alimenticios sino de malos hábitos de vida y de políticas laborales equivocadas.

Por miles de años la humanidad ha contado con formas de descanso y de distracción de la cotidianeidad laboral y las obligaciones cotidianas. Las fiestas, los ritos y las tradiciones no solo son valores culturales que refuerzan la identidad y favorecen la convivencia, son también recursos para el uso creativo y colectivo del tiempo libre, son días de ocio.

Y va a ser Navidad, lo más importante es aprovechar esos días, la tradición, poner nacimiento, leer o viajar, convivir, pero sobre todo hacer las cosas por placer, olvidar el trabajo totalmente por algunos momentos o días, a quienes les sea posible. Al final de la vida lo que todos quisiéramos es haber vivido con bienestar y felicidad, contribuyamos a ello en estos días. También se vale vivir. Feliz Navidad.